Se repite con mucha frecuencia en la sociedad canaria una frase que se ha convertido casi en un eslogan: el puerto es lo primero. Viene a decir que, tras una larga experiencia histórica, los canarios han comprobado que cuando el puerto funciona bien, la economía canaria también. Y sin duda es cierto que el desarrollo del puerto ha estado siempre vinculado al progreso de las Islas. Al menos a partir de la Ley de Puertos Francos de mitad del siglo XIX, cuando los puertos canarios fueron liberados de las restricciones y limitaciones que les dificultaban su actividad en el tráfico internacional.

La experiencia histórica nos ha enseñado igualmente que los puertos tienen que adaptarse con rapidez a los cambios que se producen en la actividad marítima internacional. Y también hemos aprendido que cuando no lo hemos hecho, hemos sufrido largas etapas de crisis y estancamiento económico. Basta recordar, precisamente, las últimas décadas del siglo XIX, cuando las resistencias de la Administración central, la falta de inversiones y las suspicacias de ciertos sectores de opinión de las islas retrasaron el traslado del puerto desde San Telmo a La Isleta. Cuando a principios del siglo XX se puso por fin en marcha el Puerto de la Luz, se produjo una expansión espectacular de nuestra actividad portuaria.

Estamos viviendo hoy una coyuntura tan decisiva como aquella. A principios de este siglo, impulsado por el fenómeno de la globalización, se ha multiplicado la actividad en los puertos, con megabuques que trasladan en un solo viaje diez veces más contenedores que antes. Su aparición está revolucionando profundamente las rutas marítimas, los tráficos y la actividad comercial a nivel global. Prueba de estos cambios ha sido la espectacular rapidez con que se ha construido la segunda fase del Canal de Suez: en apenas un año, se ha realizado una obra faraónica con financiación popular, en que ha participado toda la sociedad egipcia, y se ha inaugurado el nuevo canal justamente hace un mes. Paralelamente, y a pesar de algunos retrasos, a principios del año próximo se inaugurará también la segunda fase del Canal de Panamá, adaptada a los grandes buques. Junto a estas dos grandes obras, las principales compañías internacionales están realizando una importantísima inversión en grandes navíos con capacidad para transportar hasta 28.000 contenedores.

Todos los expertos pronostican que el que no se adapte rápidamente a la nueva situación entrará en declive y quedará al margen de los grandes tráficos internacionales. Los puertos canarios, que están considerados como claves en la red logística mundial, tienen que afrontar con urgencia su adaptación a estos nuevos retos. Sin embargo, la realidad es que sufren importantes retrasos, que ya estamos pagando con la pérdida de tráfico de contenedores.

En estas últimas semanas, la Autoridad Portuaria de Las Palmas ha acusado a Puertos del Estado de reducir al mínimo inversiones absolutamente necesarias para su adaptación al escenario descrito. Se ha dicho también que las restricciones planteadas por el ente estatal han llegado al punto de impedir incluso inversiones que se realizarían con fondos propios. La declaración de esta Autoridad Portuaria ha provocado el clásico cruce de acusaciones entre los puertos de Gran Canaria y Tenerife. El presidente del Puerto de Las Palmas confiaba hasta hace unos días en que las enmiendas presentadas por diputados canarios a los Presupuestos del Estado surtieran efectos para desbloquear estas inversiones prioritarias. Pero, desgraciadamente, el trámite parlamentario está a punto de culminar sin ninguna mejora en el Plan de Inversiones de Canarias.

Detrás de esta negativa a desbloquear las inversiones portuarias, está la incomprensión de Puertos de Estado hacia las necesidades y singularidades de los puertos de las Islas. Puertos del Estado es un organismo excesivamente centralizador y no ha querido ver hasta ahora las diferencias sustanciales que existen entre puertos continentales como son los de la Península y los puertos insulares de una región alejada como Canarias, que compiten en un escenario internacional diferente.

Los conflictos de los puertos canarios con Puertos del Estado no son nuevos: han sido una constante a lo largo de la historia. Y en no pocas ocasiones, su centralismo ha jugado a enfrentar a los puertos de las Islas. Y estos con frecuencia olvidan que el trato discriminatorio se produce con los dos, afectando en unas ocasiones más a uno que a otro. Pero que al final es el conjunto de Canarias el que pierde. Esta clase de pleitos insulares es un lujo que los canarios no nos podemos ya permitir, cuando nos enfrentamos al reto decisivo de lograr que nuestros puertos sigan siendo lo primero.