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Inventario de perplejidades

La debilidad del Estado

Las palabras de Obama al rey Felipe VI haciendo votos por una España "fuerte y unida" han sido saludadas por el Gobierno, la mayor parte de la clase política y los medios de comunicación como el aval definitivo para impedir la independencia de Cataluña. La excepción a la unanimidad fue el presidente de la Generalitat, Artur Mas, para quien un buen deseo expresado de forma inconcreta no puede ser interpretado sino como una reafirmación de que las inminentes elecciones catalanas son, en realidad, un plebiscito inequívoco sobre la secesión. La frase de Obama es casi una copia literal de la que pronunció las vísperas del referéndum por la independencia de Escocia, cuando expresó al premier británico, David Cameron, su deseo de seguir manteniendo en el futuro unas buenas y estrechas relaciones con una Gran Bretaña "fuerte y unida". Parece, por otra parte, lógico que el máximo dirigente de la primera potencia mundial exprese esos buenos deseos al jefe del Estado de una monarquía parlamentaria que ha acreditado estos años haber sido un amigo fiel y un aliado estratégico de excepcional interés. Desde la nueva restauración borbónica decretada por el general Franco (la tercera en la historia de la dinastía si las cuentas no me fallan), el reino de España y la república norteamericana han mantenido, a nivel de dirigentes, unas magnificas relaciones. Recordemos que la primera visita oficial de Juan Carlos I a un país extranjero fue a Estados Unidos (junio de 1976) y allí el Congreso lo ovacionó calurosamente como el hombre clave para conducir a España de forma segura (segura para los intereses norteamericanos, por descontado) en la transición de la dictadura a la democracia. Desde entonces han transcurrido 39 años, y la presencia militar de Estados Unidos en nuestro país no solo se ha mantenido sino que, incluso, se ha reforzado con la instalación reciente del escudo antimisiles en la base de Rota y el despliegue de una fuerza de intervención rápida en el norte de África en la base de Morón. Conservar esa situación de privilegio en un territorio que los estrategas del Pentágono definieron en alguna ocasión como el "centro del mundo" se hace imprescindible para el Gobierno de Washington. Y, por tanto, a nadie debe de extrañar que ante la petición de ayuda de la diplomacia española por causa del contencioso catalán, el presidente Obama se haya avenido a pronunciar la frase que ahora todos comentamos. Una frase muy medida en su ambigüedad, que no compromete a nada, pero que la mayoría interpreta como un apoyo a la tesis de que una Cataluña independiente de España no es posible. En otras palabras que, desde la perspectiva de Washington, una república catalana, libre de bases militares norteamericanas y con un ejercito ridículo y meramente decorativo, no parece compatible, de momento, con una monarquía española fuertemente armada, miembro de la OTAN y con unas bases militares norteamericanas absolutamente desproporcionadas para un país que con la secesión quedaría tremendamente disminuido. En cualquier caso, lo que si parece obvio es que el Gobierno español, al recurrir a declaraciones retóricas de gobiernos extranjeros como supremo argumento contra una hipotética independencia de Cataluña, no ha hecho otra cosa que hacer patente la debilidad del Estado.

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