Ahí está el caso de Liberland -no confundir con Liberbank- un minúsculo territorio en el Danubio, entre Croacia y Serbia, que no es de nadie y donde Vit Jedlicka, un político checo de 32 años, ha creado un nuevo Estado. Es como Gibraltar o tres veces Mónaco así que da la talla. Jedlicka ha fundado allí la República Libre de Liberland.
Cuenta con 50.000 euros y 380.000 peticiones de nacionalidad. Con la mía 380.001. El líder visionario quiere "construir en Liberland el país más libre del mundo, sin impuestos" como indicó el otro día en Madrid, donde estuvo para promocionar el proyecto con un arma excelente: libros de Hayek o Mises, hipercampeones del liberalismo. Asegura contar con el economista Juan Ramón Rallo, que es de diez con matrícula.
La filosofía de Liberland es anarcocapitalista. Como enlacen con los bitcoin, moneda electrónica que nadie puede emitir ni manipular, lo van a conseguir y no, como estará pensando más de uno, por la vía de los paraísos fiscales. Un Estado siempre necesita territorio así que, con sus siete kilómetros cuadrados, no hay problema.
El resto serán puras relaciones en la red que nadie va a restringir porque Liberland consiste precisamente en no restringir nada. Las necesidades van a ser mínimas. Y la defensa la ejercerán, también en la red, los cinco o seis millones de ciudadanos que el nuevo Estado tendrá bien pronto, extendidos por todo el mundo.
Exactamente lo contrario de lo que pretende y logrará Mas. Ahora que lo pienso, ¿no podría tantearse algo así por aquí? (Para la terapia de esta semana se recomienda vivamente la ópera Andrea Chénier, de Giordano).
