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La España de Pau Gasol gana la final en solitario

Los catalanes no tendrían ganas ni necesidad de independizarse de la España de Pau, en La Moncloa siempre habita la persona equivocada. La selección encaró una final sin Serbia ni soberbia. No debemos culparle de que Lituania sesteara durante un primer cuarto con ocho puntos, para un partido de 32. La renta del asalto inicial todavía se estiraría hasta un máximo de 34 a 18 en el segundo, coronaría otra cima de 60 a 42 en el tercero y se mantendría intacta en el 80 a 62 del cuarto. Prácticamente hasta el descanso, el encuentro podía narrarse prescindiendo de los lituanos. En la segunda mitad, al menos cabe precisar misericordiosamente que en ningún momento fueron un rival digno de los españoles.

Desde Sun Tzu en El arte de la guerra, las batallas se ganan antes de librarlas. España acometió la final en solitario, por lo que se registró el único resultado posible. La facilidad del último envite también la fabricaron?Pau y sus discípulos. Basta recordar que los españoles ganaron el Eurobásket por incomparecencia ante Lituania, que a su vez eliminó a la Serbia que había humillado a España en la apertura. Lo cual demuestra que el deporte es una operación que no goza de la propiedad transitiva, y que los hombres de Scariolo han sufrido una metamorfosis espectacular en apenas dos semanas. De gusanos que se arrastraban con dos derrotas en los tres primeros lances a mariposas que sobrevolaban a los hijos de un avergonzado Sabonis.

Después de sacrificarse ante Grecia y Francia, el mayor esfuerzo de la selección consistió ayer en transmitir la apariencia de una final competida, en disimular su superioridad apabullante. Se trata de un gigantismo conquistado, porque España ha rendido a Europa sin Navarro, Marc Gasol, Ibaka, Ricky ni Rudy. La lesión del mallorquín presagiaba un punto de inflexión ante los lituanos. Ni por ésas. Rodríguez y Llull se limitaron a meter una marcha adicional a su bólido, los noqueados lituanos confirmaron que habían renacido para perder.

En el día de las elecciones griegas, Gasol es el caballo de Troya en cuyo vientre anida un ejército de guerreros minúsculos en tamaño, pero infinitos en voluntad nietzscheana. Después de años de injusta ceguera, por fin se valora a Llull en su justa medida. Sin embargo, la mayor progresión del Eurobasket corresponde a Sergio Rodríguez. Ha domesticado la locura de su juego. En cuanto agarraba el balón suprimíamos el aliento, dudando si su arrebato temerario acabaría en una genialidad estilo Carmelo?Cabrera o en la decepción de una pérdida de balón. Hoy sabemos que nada puede ir mal si empuña las riendas. Que otros sacralicen a Gasol, aquí nos quedamos con el primer plano televisivo de Rodríguez cuando la semifinal parecía extraviada, por los diez puntos de ventaja de Francia. Su rostro lucía una determinación invencible desde la barba frailuna. Así fue.

Cuando insistían en presentarle a José María Pemán, el energúmeno Unamuno bramaba que "quiero morirme sin conocerlo". Quienes se hayan perdido a esta selección, lo lamentarán para siempre. Ha derrotado incluso al enrarecido clima político del país que le da nombre.

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