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Reflexión

Hungría se autoexcluye de la Unión Europea. ¡Que así sea!

Hungría ha cerrado voluntariamente sus fronteras con alambres de espino con cuchillas y ha dejado en "tierra de nadie" entre Serbia y Hungría a miles de extenuados refugiados sirios que tenían paso obligado por Hungría en su camino hacia el centro y el norte de Europa, en su gran mayoría hacia Alemania. No es ni siquiera imaginable que la meta de estos buscadores de asilo en un país civilizado fuese un corral de Hungría.

Ahora los refugiados, entre ellos una enorme cantidad de mujeres y niños de muy corta edad, bebés no pocos, se ven obligados a tomar la ruta de Serbia-Croacia-Eslovenia para llegar a Austria y, desde allí, hacía Alemania en su mayoría. Esta ruta no es un camino de rosas porque tiene enormes zonas sembradas de minas que aún no han sido retiradas desde la última guerra de Los Balcanes.

Alemania, la Alemania de la canciller Angela Merkel (CDU -Democracia Cristiana-) y del cicecanciller Sigmar Gabriel (SPD -Social Democracia-), está escribiendo en estas semanas del drama de los refugiados de Siria la 'Página de oro' de la Historia de Alemania desde que existe como nación. Desde 1871, año en que los principados de Alemania se constituyeron en una única nación, no ha existido ni una sola vez en sus 144 años de Historia como nación que un dirigente alemán haya puesto tan alto a Alemania y a su pueblo en la defensa de los Derechos Humanos, moralidad de Estado y solidaridad. Todo ello sin condiciones previas de tipo alguno y de forma ejemplarmente activa en afrontar y dar soluciones, sin papeleos -'organización' propia de países burocratizados como España, donde el funcionario y político de turno justifican su sueldo 'empapelando' al ciudadano- y dando de inmediato y sobre la marcha un techo, comida y bebida a los refugiados, con esmerada atención a los pequeños, donde hemos podido ver cadenas de alemanes en las aceras de la ciudad de Fráncfort, por ejemplo, al paso de la riada de refugiados entregando bolsas con alimentos a los recién llegados. Nunca en la Historia se ha volcado Alemania coma hasta ahora de forma tan decida, determinada y contundente en afrontar una desgracia humana del calibre que vive hoy Europa con el drama del pueblo sirio.

Para sus compatriotas en desacuerdo con sus actuaciones de cara al problema humano de los refugiados, que también los hay y la critican con dureza por su generosidad, ha tenido las siguientes palabras, dignas de ser el titular de esta 'Página de oro' escrita en la Alemania democrática de hoy:

"Si por abrir la frontera de Alemania al problema humanitario de miles de refugiados sirios que llama a sus puertas huyendo de los estragos de la guerra en su país tengo que pedir disculpas, entonces este país no es mi país".

¡Chapó, Angela Merkel!; ¡Chapó, Sigmar Gabriel! y ¡Chapó, Alemania democrática!

A los alemanes disidentes: aunque estéis en desacuerdo con el proceder de Merkel y su Gobierno, la Historia también os contará positivamente como parte integrante de esta epopeya.

En lo que a Hungría y su despiadado comportamiento con los refugiados se refiere, que es lo que motiva este artículo, hay una indiscutible vulneración de los Derechos Humanos, Tratado al que pertenece la Unión Europea y, por supuesto, todos sus miembros puesto que si para ser admitido como socio de la Unión es preciso ser un país democrático, condición inexcusable que lleva implícito el respeto incuestionable a los Derechos Humanos, no puede permitirse ni pasar por alto el que un miembro de la Unión vulnere dichos Derechos a lo bestia y siga dentro de la Unión como si aquí no hubiese pasado nada.

Sí ha pasado, y ha pasado mucho, muchísimo; ha pasado tanto que a la inmensa mayoría de los ciudadanos de la Unión, entre los que me cuento, se nos ha caído la cara de vergüenza de ver en fotos y televisión -¡bendito periodismo no pesebrista que nos han permitido enterarnos y ver cosas que de no verlas no las habríamos creído!- los actos incivilizados de un socio de la Unión ocurridos en suelo húngaro y en la frontera entre Serbia y Hungría, por parte de Hungría. No puede seguir en la Unión un Estado que vulnera preceptos tan básicos de la Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión.

Ante los hechos, suficientemente constatados porque allí estaban y están los periodistas para servir de notarios, procede por parte de la Unión Europea el poner en cuarentena la continuidad de Hungría como socio de la Unión, con decisión definitiva de expulsión a discutir entre sus miembros en fecha oportuna, una vez se haya dado solución o paliado la gravedad de la avalancha de refugiados que llegan sin aliento a las puertas de Europa. El que un país miembro de la Unión no pueda hacer frente a sus compromisos económicos es una cosa que debe tener soluciones lógicas y correctas, y no puede ni debe implicar su expulsión, pero que un país miembro gasee con gas pimienta y ataque con cañones de chorros de agua antidisturbios a mujeres y niños extenuados y desorientados es otra cosa que no admite la más mínima justificación, sobre todo porque los maltratados sólo utilizaban Hungría de paso hacia otros países europeos no hostiles ni a su procedencia ni a su credo, sin olvidar que entre ellos también vienen no pocos refugiados de fe cristiana; incluso si su destino hubiese sido Hungría el comportamiento habría sido igualmente inhumano, repudiable y contrario a la Carta de la Unión.

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