La Provincia - Diario de Las Palmas

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El callejón del gato

Un país de querulantes

Podría haber titulado la presente columna Un país quejica pero, me ha parecido más contundente decir no solo que se queja, sino además el adjetivo querellante patológico, querulante, por ser más contundente.

Si se crea empleo, no es el suficiente y, además, es un empleo precario y temporal. ¿Nos olvidamos de que había cinco millones de parados y ahora hay cuatro?

Si se denuncia la corrupción y se legisla contra ella ¿no es mejor que lo que había antes? Los hospitales están mal gestionados y las listas de espera son interminables; sin embargo, tenemos uno de los sistemas sanitarios mejores y gratuitos del mundo. El salto cualitativo que ha dado este país durante los últimos 40 años no se lo imaginaban ni los más optimistas. Hemos pasado a disfrutar de un estado de bienestar que antes podían disfrutar solo unos pocos y aún a algunos les parece exiguo. Olvidamos acaso que los padres de muchos españoles apenas sabían dibujar su nombre en un papel.

Esto por un lado porque por el otro, con los que al igual que mi pariente lejano andan todo el día poniendo demandas y mintiendo por los juzgados. Se ha impuesto esta actitud como deporte nacional más que otra cosa. Aquí por menos de aquello de quítame allá esas pajas van y ponen una querella a ver si con el tiempo y una caña aparece un juez amigo y te resuelve el problema o, mejor dicho, jeringa al otro a expensas de que nos jorobemos todos.

Si se fijan bien todos, sin excepción dentro del mundo de la política, le echan la culpa al primero que pillan, con preferencia al gobierno de turno, de todos los males de España, sin ruborizarse ni hacer autocrítica. A lo peor la culpa ha sido de ellos que con sus decisiones nos han traído hasta aquí. Como diría el duque de Marlborough: "¡Familias, quién pudiera evitarlas!"

Mientras tanto en Cataluña el presidente Mas con su frente "juntos por el tres por ciento", ese que llama a los andaluces charnegos, vagos redomados y flojos de carácter, ese que será recordado por el deterioro al que ha llevado a la vida cotidiana a ese querido condado de la corona de Aragón, ahora, y de forma "totalmente altruista" quiere dotar de carta de nacionalidad catalana a mallorquines y valencianos. Los españoles pasan su vida en razonar sobre el pasado, quejarse de lo presente y en temblar por lo venidero. La última querulancia se la debemos al maestro Trueba al que le dan un premio nacional y dice que no se ha sentido español ni cinco minutos y que en caso de guerra iría con el enemigo. D. Fernando, el sentido común lo tiene tan extraviado como la mirada. ¡Eso sí, la pasta del premio le faltó tiempo para trincarla! O aparece gente nueva libre de prejuicios y resentimientos o acabaremos todos a gorrazos. Aún estamos a tiempo, porque una vez llegada la desgracia, de nada sirve quejarse.

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