La Provincia - Diario de Las Palmas

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Cien líneas

Cómplices

Ya saben, minutos antes de las doce de la noche de hoy domingo, día de San Vicente de Paúl -fundador de las Hijas de la Caridad: nada más adecuado para la fecha-, con una Luna de Sangre colgando sobre nuestras cabezas y el escrutinio de las papeletas recién terminado, el presidente Mas declarará urbi et orbi la independencia de Cataluña y el ya expresidente Rajoy -¿presidente de qué podría ser en ese trance?- se remitirá al Tribunal Constitucional, al ministro danés de Defensa, a los Reyes Magos, a la gallina Caponata o al sursuncorda con tal de no dar la cara.

La gracia siempre está en las transiciones. Por eso quienes menos tienen que decir en esos trances son los juristas. Pero como vivimos en un mundo absurdo son precisamente los que no callan. Veamos. El 14 de abril de 1931, aun después de perder los republicanos unas elecciones y que, encima, eran sólo municipales, el pueblo se echó a la calle -lo empujaron, claro- y se plantó en la Puerta del Sol. El comité revolucionario se hizo cargo de la situación -el rey había salido por pies- y proclamó la República. ¿Con qué legalidad o legitimidad? Absolutamente con ninguna, pero los hechos siempre se imponen si nada se opone.

Por cierto, paralelamente Macià proclamaba el Estat Català. La transición hacia una Cataluña independiente no tiene andamiajes normativos. Ni falta que hacen. Será de facto. Como además la UE ha convertido la naturaleza de las viejas naciones en una madeja de paradojas, miel sobre hojuelas.

Recuerden. Rajoy dijo en agosto que había que reformar la Constitución y González afirmó que Cataluña es una nación. Está todo decidido: ganarán, pero no nos engañarán.

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