La Provincia - Diario de Las Palmas

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Zigurat

¿En quién confiar?

Hace décadas que los utensilios domésticos, desde neveras, televisores u hornos, o los aparatos en estos días imprescindibles como los móviles o tabletas, tienen el susodicho código de obsolescencia. No lo sabíamos entones y nos estaban engañando con muchos productos que no cumplen con su cometido: un ejemplo son las impresoras: sus cartuchos de tinta cuestan más que la propia máquina. Cuando se rompa la impresora, quédate con los cartuchos que es lo que vale.

Pero si estas minucias de la vida cotidiana quedaran ahí, no sería tan grave al estar advertidos de lo que puede pasar, a fin de cuentas se puede cambiar de teléfono o tableta.

Pero, ¿y si las grandes compañías industriales que ocupan los primeros puestos en productividad estuvieran haciendo lo mismo; es decir, engañando a la gente con productos infectados o defectuosos? Pues es lo que está ocurriendo y lo que ha sido una treta habitual de las empresas y ahora sale a la luz pública. En este caso con la firma Volkswagen, una de las más rentables del mundo, que está inmersa en una crisis de la que le va a costar salir, para recuperar la confianza de sus clientes.

Pero no solo es el hecho de que esta compañía haya defraudado, enriqueciendo a sus directivos y agentes en todo el mundo, dejando tirados a millones de seres humanos que habían confiado en su producto.

Y resulta que también es alemana, como aquella multada con la mayor cifra de la historia de la UE. Así que en Alemania, país que se dice ejemplo de Europa como si fueran los próceres de la Unión y dieran ejemplo de trabajo, esfuerzo, sacrificio etc.

Ya vemos que no es un esfuerzo ciclópeo lo que ha hecho la industria alemana, sino que ha mentido sobre sus cuentas, sobre sus empresas y sobre su gestión en la banca europea.

Mientras esto ocurre, siguen haciendo más ricos cada día a los que ya les sobra, mientras muchas personas siguen sin encontrar su lugar en este mundo.

No solo es que hayan mentido y estafado, es que muchas empresas de automóviles han despedido a cientos de trabajadores durante esta crisis, pero ninguno de los que han maquinado toda esta farsa está procesado o en vilo.

Sumemos a este asunto las grandes mentiras de la banca, Bankia sin ir más lejos, y también de las grandes empresas farmacéuticas y o las empresas energéticas, -¿queda algo limpio?- y tenemos un ejemplo de cómo es posible que te mantengan toda la vida cogido por lo hierros y sea muy poco lo que se pueda hacer, hasta que aprendamos a decir que no a toda esta maraña de intereses empresariales, políticos y económicos que nos está dejando colorados ante nosotros mismos.

Y al fondo de toda esta escenografía, cuando se sale al baño o a la tramoya, está la discusión de a cuántos seres humanos nos toca, cuántas armas podemos vender aún a esos países desde donde llegan los refugiados y cómo explotar esa mano de obra nómada, que se parte la cara contra los muros.

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