Desde la tranquilidad del hogar, esperaba gozar en paz la solemnidad de Nuestra Señora del Pino por televisión. La sorpresa tanto en la bajada como en el pontificial del día ocho, fue mayúscula. Dos comentaristas -consagrados o no- describían lo que se estaba viendo como en un partido de fútbol, impidiendo toda capacidad reflexiva y emocional del momento, ahogando todo sentimiento ante la solemnidad litúrgica, que habla por sí sola. Pura interferencia. Nos hablan de silencio y nos lo impiden. De oración y la boicotean, incordiando con comentarios inoportunos.

Cansado de aquella descarada devastación de la liturgia -que es pedagogía de la fe- esperaba encontrar algo distinto en la procesión, que como prolongación del culto, respetarían en la calle con su nuevo recorrido.

Formidable el fervor popular. Solo alterado por el intrusismo de unos comentaristas que actuaron como improvisados verdugos de la fe y azote del espíritu. Torpedeando toda capacidad de contemplación. Me recordaba la profética censura del papa Francisco sobe trepadores y charlatanes.

A ver cuándo se oye la voz de la jerarquía, que nos facilite el encuentro con lo divino, sin este tipo de interferencias.