La Provincia - Diario de Las Palmas

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'B'

Nuestra peor cara

Al igual que ocurrió con la obra de la que proviene, etiquetada como "teatro documental", habría que preguntarse en qué lugar se podría colocar B entre los sub-sub-géneros cinematográficos. En principio, se trata de la adaptación a pantalla de la función Ruz-Bárcenas, en la que los mismos protagonistas del largometraje interpretaban la transcripción de la declaración del extesorero del PP Luis Bárcenas (Pedro Casablanc) ante el juez Ruz (Manolo Solo) en la Audiencia Nacional en julio de 2013. Tanto en su original como en su trasvase al cine, se intenta re-crear lo que ocurrió en aquel espacio cercado, donde uno de los principales cargos de uno de los partidos mayoritarios explicaba ante el magistrado la corrupción estructural sobre la que vivía (¿o vive aún?, se apunta con acierto en el texto) el PP. En el fondo, y aún en su tono judicial, lo que busca B es encerrar en una sola sala lo que era (¿o es?) el sistema político español, heredado del franquismo y parcheado en la Transición, un vertedero clientelista, cínico, miserable y, sobre todo, cutre. Muy cutre.

No sólo hablamos de espacios, esos que entendieron Lumet o Polanski tan bien, sino de cámaras que graban cámaras, y más cámaras, y entran a lo que el director nos presenta como la verdad, a pesar de que nunca lo sea del todo. Lo que captan esos objetivos es carne, y uno de los objetos más carnosos del mosaico es, justamente, el central: Luis Bárcenas. Si antes hablábamos de salas y cámaras, toca contar a la encarnación de ese sistema, de esa roña que sale por los poros de una maquinaria perfecta dedicada con ganas a producir roña. Basura. Y a la basura, barrerla lejos, que es donde se encuentra Don Luis hoy y al principio del juicio, traicionado, solo, cabeza canosa de turco, dispuesto a seguir mintiendo (¿o no?, no lo sabemos). A semejante tótem se lo hace propio Pedro Casablanc, un actor estratosférico que consigue hacernos olvidar al extesorero, y a Ruz, católico hierático y justo, lo dibuja Manolo Solo con intensidad contenida. Por cierto, celebremos que ya no sólo el cineasta Alberto Rodríguez sea de los pocos que saben que Manolo Solo es uno de los grandes intérpretes de este país.

Pero, ¿en qué quedamos? ¿En qué género está B? En mi opinión, en una especie de cine teatral rodado, con algunas licencias que también nos darían pie a charlar sobre el concepto de verdad en el cine. Esto no es lo importante. La esencia de B no es de género, es propia de la didáctica.

Esta película se debería poner en los institutos para que la chavalada comience a conocer aquel país de finales del XX y principios del XXI (¿o seguimos viviendo ahí?) en el que la corrupción, las burbujas económicas y el chabacanerismo español que necesariamente conllevan sacaron de nosotros nuestra mejor peor cara.

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