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Javier Durán

Desviaciones

Javier Durán

Carmena pone a barrer a los universitarios

Los cachorros de los comunistas posfranquistas viajaban en verano a Cuba para ver cómo se la ventilaban los castristas con la zafra, y así adquirían de paso conocimiento sobre la combinación entre sudor, trabajo y revolución. Otros se fueron a los kibutz del nacimiento del estado israelí para participar en la organización agrícola de estas comunas; un verano en el tajo y algún dato en la cartera sobre la voluntad mesiánica para poner en producción una tierra yerma. También estaba la vendimia en Francia, la recogida de la fresa, servir copas en un chiringuito, hacer prácticas en alguna empresa retribuidas o no (ahora llegan con los contratos muy bien parcelados), irse a Londres a cuidar niños o a servir pizzas...

Y en esto llega Manuela Carmena anunciando para Madrid un servicio social integrado por universitarios dedicados a barrer las calles. Sin duda alguna, una prueba del algodón para saber qué grado de protección aplicamos como padres a nuestros vástagos, a los que por un exceso de mimo seríamos capaces hasta de lavarles la ropa de por vida. Seguro que hay excepciones, seguro que sí, pero lo común es una radiografía de adolescentes (ya no sé ni hasta dónde se extiende la adolescencia) nutridos intelectualmente por las marcas y despreocupados con lo que sucede a su alrededor, confusos con respecto a la escala de valores, malcriados frente a la experiencia, carentes de respeto y con claros problemas a la hora de discernir entre lo ético y lo que resulta deshonesto o injusto.

El rector de la Complutense, Carlos Andradas, le pasó a la alcaldesa de Madrid varias fotos con la basura que había quedado en el campus universitario tras la celebración de una fiesta masiva. La imagen puede servir para informar sobre el estado del territorio tras una concentración de las mismas características en cualquier campus de España, incluido el de la ULPGC, o para dar cuenta del punto y final de una fiesta popular (pongamos La Rama) asediada por el botellón y con la plaza principal del pueblo convertida en un lodazal del alcohol. Hay dos consecuencias: una, o mejor dos, se refiere a lo molesto que es caminar sobre esta pringosidad extrema, vomitada por estas hordas dispuestas a hacerse con la fiesta; y la segunda, no hay presupuesto público para efectuar la limpieza de choque que exigen los administrados para dejar el área afectada como una patena.

La solución Carmena me parece aleccionadora y más efectiva que una campaña de publicidad encargada a la trama Gürtel, caras como el demonio. En los colegios de curas estaba la lista para hacer de monaguillo, de la que no se escapaba ni el hijo del gobernador. Bien, pues ahora pongamos en marcha un plan para situar a nuestros adolescentes y universitarios en el mundo de la basura el día después. Repartamos escobas, carros y uniformes, y llevémoslos a los lugares donde más se fragua el detritus. ¡Que suden la gota gorda aún con la resaca encima! ¡Qué adquieran conciencia sobre el estado calamitoso que han dejado tras sí! Seguro que no hablarán de otra cosa durante un tiempo, y los más probable es que el asunto de no ensuciar a troche y moche se convierta en preocupación, sobre todo para que la cuadrilla siguiente no tenga que partirse el lomo. Sé que muchos padres de la era de la opulencia (a la manera española) lo verán como un exceso, o una salida de tono de una militante de izquierdas, pero al final se mostrarán hasta felices al ver cómo sus pequeñines, tan insolentes, tan llenos de buenas notas (¡oh, el interés sacro sacro de los padres!), empiezan a no dejar sus calzoncillos o bragas por cualquier sitio, preguntan por el funcionamiento de la lavadora y hasta se atreven a agarrar la plancha para estirar una camisa. Yo diría, sin temor a equivocarme, que la primera edil de Madrid ha puesto el dedo en la llaga: ¿Cómo podemos explicarles a estos chicos qué es el bien común? ¿Cómo les hacemos ver lo qué cuesta un servicio municipal? En definitiva, ¿cómo les metemos dentro de sus lindas cabezas lo importante que es asumir una responsabilidad como ciudadano? Pues la escoba me parece una idea magnífica.

La derecha de este país ha esparcido el discurso del esfuerzo, de la necesidad de premiar a los que llegan a la cima más alta, de nutrir con inmejorables oportunidades a los que obtienen las calificaciones más altas, de sacudir a diestro y siniestro la fortaleza formativa de unos jóvenes destinados y finalmente absorbidos para el plantel de ejecutivos de una multinacional... Está claro que la endogamia clasista da resultados: hijos y nietos, en efecto, suben la escalera de Antonio Buero Vallejo y logran situarse con sus títulos privados en el peldaño de los oropeles del capitalismo más francotirador. La mayoría, en cambio, rumia su fracaso o su éxito (negado en casa) por el extranjero, sumido en la extraña condición del inmigrante cualificado.

Este paro crónico o este trabajo por horas levanta una ola de desafecto, un monstruo de lejanía con la sociedad en la que viven, un desprecio hacia el futuro, una contestación fulminante contra el callejón sin salida... Los padres, claro está, hacemos pruebas de laboratorio, nos entregamos día tras día a la acción de echar en la probeta los ingredientes más benefactores, la búsqueda del elixir que evite la infelicidad, o simplemente el mal: el estancamiento, la depresión de un hijo qué desconoce qué camino seguir, que mira a los lados y no ve un horizonte, que se encierra en sí mismo, que empieza a tocar en las puertas y todas se le cierran... Todos esperamos con ansiedad y miedo cómo va a ser el efluvio de lo que hemos echado en el recipiente.

Y siendo así y tantas las incógnitas, apuesto (y me dejo la piel en ello) a que la teoría de la escoba de Carmena puede ser satisfactoria, igualitaria y capaz de enviarnos a un registro que hoy día parece evaporarse: estos chicos (como llamó el director Ferreri a los suyos) sabrán qué es ser un barrendero. Será una entrada en el transcurso del mundo.

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