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Crónicas galantes

Los cocodrilos tienen dueño

Los caimanes que se van por la Barranquilla tienen dueño, o eso sugiere al menos el Tribunal de la Unión Europea. Los magistrados continentales han vetado a una firma de bolsos de Polonia el derecho de uso de ese reptil como imagen de marca, bajo el pretexto de que podría originar confusiones con el cocodrilo de Lacoste.

Pobres cocodrilos. Creíamos ingenuamente que su imagen pertenecía a los documentales de La 2, tan útiles a la hora de la siesta, y solo ahora cae uno en la cuenta de que su propietaria es la empresa creada hace ochenta años por el tenista René Lacoste. Un deportista que ganó la Copa Davis, por cierto; aunque esto quizá no guarde particular relación con el fallo judicial que le adjudica la primacía del cocodrilo.

El caso de Lacoste recuerda inevitablemente al de Christian Louboutin, un diseñador de calzado que se querelló sin éxito contra Yves Saint Laurent por entender que éste le había copiado la suela roja característica de sus zapatos. Con buen criterio, un juez de Nueva York dictaminó que el rojo no es propiedad de nadie. Si ni siquiera Marx o Lenin reclamaron su copyright, no parece razonable que se le conceda al primer Louboutin que pase por el registro.

Tampoco los actuales dirigentes de la República Popular China, herederos un tanto fenicios de Mao, se han atrevido a exigir sus derechos sobre el color rojo: y eso que la bandera de su país es de una tonalidad escarlata que bien podría avalar esa pretensión.

Mucho mejor que eso, los chinos han conseguido la devaluación del concepto de marca registrada sin más que inundar los mercadillos de todo el mundo con prendas auténticamente falsas. El comprador sabe que lo son y quizá no le importe gran cosa que los (supuestos) cocodrilos de Lacoste se echen a nadar la primera vez que se los mete en la lavadora o que las telas pierdan color con mayor rapidez de lo que parecería razonable en firmas de tronío.

Contra la idea de los derechos de marca batalló también en su momento Groucho Marx y, todo hay que decirlo, con mayor éxito que la empresa a la que un alto tribunal europeo le ha negado ahora el uso del caimán, aunque no más sea en imagen.

La productora Warner Bros -o Hermanos Warner, en su traducción al español- quiso plantearles una fraternal querella a los Hermanos Marx por su película Una noche en Casablanca, que los pleiteantes consideraban un plagio en clave de parodia de la mítica Casablanca interpretada por Humphrey Bogart.

Genial como en él era hábito, Groucho replicó a su vez con otra amenaza de querella a la Warner Bros, alegando -con toda justicia- que los Hermanos Marx se llamaban así mucho antes de que los Hermanos Warner montaran su productora de cine. Bien sea porque en la Warner tenían sentido del humor, bien porque se tomaran la amenaza de pleito en serio, lo cierto es que la compañía desistió de sus acciones judiciales contra los Marx.

No es seguro ni aun probable que los polacos de Mocek y Wenta vayan a tener la misma suerte en su litigio con Lacoste, una vez que el Tribunal de la UE ha dictaminado que cocodrilos no hay más que uno y ese ya tiene dueño. Ahora solo falta por resolver el contencioso sobre la propiedad del Sol, que años atrás se disputaron una vecina de Vigo y otro de La Coruña tras escriturarlo a su nombre ante notario. Los caimanes, al menos, ya se sabe de quién son.

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