La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Crítica Teatro

Tres estrellas de mar

La isla, esa porción de tierra rodeada de agua por todas partes, es un símbolo complejo que encierra significados opuestos, pero que suele representar el aislamiento, la soledad y la muerte. Por eso la mayoría de las deidades relacionadas con ínsulas tienen un carácter funerario, como por ejemplo Calipso, la ninfa que reinaba en la isla de Ogigia. Shakespeare lo sabía cuando escribió La tempestad.

Ahora bien, cuando una obra de teatro cuenta que Unamuno fue el primer nudista de Fuerteventura y que Agatha Christie hacía surf, sería de esperar que perteneciera exclusivamente a la comedia, pero El mar y las estrellas es mucho más que eso, porque esta reflexión acerca de la insignificancia del ser humano combina resueltamente la tragedia y la comedia con un atractivo resultado.

Si la consabida frase "no somos nadie" puede ser al mismo tiempo un chiste o una fórmula de pésame, entonces la consciencia de la trivialidad de cualquier vida, incluso la de la mejor escritora de novela negra británica, el primer hombre en pisar la Luna y el principal exponente de la Generación del 98, puede convertirse en el argumento de una obra que utiliza el humor para crear una tragedia que refleja al ser humano ante la insoportable realidad de su intrascendencia.

Entre los tres actores destacan José Luis Massó por su verosímil interpretación de Unamuno y Romina R. Medina por su versatilidad a la hora de interpretar a tres personajes tan dispares.

Mingo Ruano hace su mejor papel al final de la obra, cuando se pone en la piel de un coronel dedicado a supervisar el día a día del existencialista desterrado en Fuerteventura. El texto es un trabajo a seis manos, resultado de la colaboración entre Antonio Tabares, José Padilla e Irma Correa, que hilvana tres historias que suceden en una isla, pero que por su carácter arquetípico ser convierten en universales.

La idea de contar en cada una de las historias con un diálogo entre un personaje canario y otro foráneo, es un recurso muy apropiado porque cualquier reflexión acerca de la idiosincracia de unas Islas tan internacionales como las nuestras no puede partir exclusivamente de personajes autóctonos.

Unamuno, como una especie de Próspero, que encuentra en un joven majorero a su particular Calibán, Agatha Christie que trata de curar las penas del amor en soledad y Neil Armstrong que intenta una huida imposible de la fama, son las tres piezas que componen una trilogía casi existencialista sobre la soledad y la futilidad de cualquier pasión vital, que sin embargo logra deja al espectador con una sonrisa en la cara.

Compartir el artículo

stats