Si acaso lo estuvieran haciendo aposta diría que son criminales. Pero pienso que es sin querer, involuntariamente. Porque no hay botarate que con tan mala intención juegue así con la ilusión de la gente, y si acaso lo hay no me gustaría ni conocerlo ni tenerlo cerca.

En cualquier caso, y partiendo de esa forma de los jugadores y en conjunto los equipos de fútbol, pienso que nos están tomando el pelo. Porque, ¡mira que meten y sacan la pata entre el acierto, la crítica, el dinero y la fama! Y no los denuncio porque hasta mis amigos marineros cuando mariscan, aunque tengan el saco lleno continúan diciendo "mientras haya marea golpe a la lapa". (¿Acaso no pa- sa igual en su profesión, lector amigo?).

Cualquiera diría que uno está enfadado porque la UD pisó caca de perro, o algo así, por cómo parece estar el campo. Se equivocan: primero porque manifestarse así un informador basándose en que a un resultado justo hay que acusarlo de malo porque va en contra de sus intereses y deseos no es de buen informador. Aún así, y como quiera que estoy "superjubilado", escribo descontento y al pálpito de aquellos con quienes tantas veces compartimos los criterios.

El sábado me decepcionó el equipo amarillo. Y pese a ello tengo un consuelo como seguidor que reduce mi calentura estimando que no somos el tonto del pueblo, sino que se trata de un mal general por turnos, inesperado y a veces inmerecido, tanto en la derrota como en la victoria. Y eso que es contagioso ocurre aquí en las islas, en la Península y hasta en el polo, donde si acaso juegan tendrán que hacerlo con balones negros. Y al decirlo digo que si se va criticando o alabando hay que ir también con el palo dando.

Ustedes, como yo y todo el mundo, pensamos en la tomadura de pelo involuntaria y dispar de que el Celta le lavara la cara al Barcelona. Y que tremolaba Paco Herrera y compañía, entre la que me encuentro, con la sospecha de que tres días después, Luis Enrique, con tal de salir cuanto antes del almirez en el que le venían machacando en Canaletas como se machaca el ajo para el alioli nos iba, "con be de burro", a montar una gorda en terreno barcelonés (de cuatro a su favor no bajan, sospeché modosito).

Mas... ¡hete aquí tomadores de cabello que sólo faltó un pelo, solo uno para que el Paco y su troupe metieran en su chiquero al Bravo catalán. De tal manera venía todo que si se le había hecho sudar al viejo Pupas del Metropolitano y se había descolorido aquí al Sevilla del europeísmo, parecía que ahora con el Eibar podíamos eliminar algo que con tanto cariño cuidan: el punto de mira de sus armeros, que armeros son con estilo y fama pero ¡quiá! lo que han hecho es amargarnos el panorama trayéndonos al recuerdo su proceso deportivo ascendente dentro de su precariedad financiera.

Todo porque ya no son aquellos que al recibirlos y comentar sus afanes decíamos que su portero era, también, el carnicero del pueblo. Y no me acuerdo bien de si el central era cartero, y así ciudadanos de otras dignas labores, y encima, futbolistas en horas libres.

Son los que acaban de soterrar temporalmente la gran ilusión de nuestro Paco y sus muchachos, alabados por la ilusión que nos salía por las orejas cuando se comportaban tan bien que casi empatan con el Barcelona, le ganaban al Sevilla y dejaban a media vela al temible Celta, verdugo del Catalonia.

"¿Me conoces, mascarita?" Eso parece preguntar cada equipo cuando asoma el morro a la hora de los goles. Están haciendo de los equipos un verdadero carnaval. Cualquier institución, ciudad, pueblo o equipo será seguido mejor cuanto más dinero de carnaval tenga asignado. Desgraciadamente ese es el termómetro válido en estas fechas. A la hora de acabar este vodevil-deportivo-carnavalero no sé como habrá salido el de la chapela con los falleros del Turia ni si el oso se comió al madroño, pero ya a estas horas nada cabe en el folio.

Durante toda la vida tomé tan en serio el fútbol que me hizo reír y llorar. Y ahora en la vejez me sigue pasando igual que a usted. Esto parece un carnaval.