Las campañas electorales tienen una faceta que es demasiado rudimentaria para los tiempos actuales. Este año se nota más porque hay varias citas con las urnas. Hoy la ciencia avanza aceleradamente, pero la actuación de muchos políticos, principalmente en campaña electoral, no evoluciona: en lugar hacer propuestas positivas atacan al adversario como si fuese enemigo a batir. Corren tiempos de trasplantes de corazón, de medicina nuclear, de ADN, GPS, Gigabytes, láser, radar, maquinaria pesada, acelerador de neutrones? Todo esto es acorde con el progreso tecnológico de nuestro tiempo, pero en los mítines, aunque hay honrosas excepciones, muchos candidatos actúan según la consigna del "todo vale para alcanzar el poder", y manifestando poca educación, y menos respeto, se comportan igual que los hombres primitivos que dirimían sus discrepancias machacando al adversario. Algunos dicen que los representantes públicos tienen que soportar estoicamente injurias porque recibir insultos les va en el sueldo, pero en ningún contrato sería legal una cláusula que incluyese el derecho de unos a maltratar a otros. Si en todas las relaciones sociales hay que exigir respeto y respetar, las relaciones políticas no tienen por qué ser excepción. No se puede pretender que las campañas electorales se desarrollen con la cortesía de la Corte de Versalles, pero atacar con la violencia de la mentira, de la descalificación, o del insulto, a toda persona que opina diferente, es una práctica que en pleno siglo XXI debería ser erradicada como pauta de conducta, para ello sería conveniente que fuese tipificada como una forma de violencia, tal vez "violencia de género político" y debería ser punible.