Mientras unos, muy próximos, trabajan para desconectarse, países de medio mundo intensifican sus relaciones comerciales. El acuerdo de libre comercio del Pacífico, suscrito el pasado lunes entre Estados Unidos, Japón, Australia, Canadá, México y otros siete países de esa área geográfica que acaparan un 40% de la economía del planeta, es la última constatación de esa tendencia, a la espera de ver qué sucede con el polémico tratado entre Estados Unidos y la Unión Europea.
Claro que no cabe quedarse con un imagen del acuerdo sin aristas. Pues, como afirma el profesor de Economía Aplicada Vicente Pallardó no hay que perder de vista dos cuestiones. Por un lado, que estos acuerdos, y los bilaterales que se están formalizando entre países de Europa, América y Asia, son consecuencia de la voluntad de avanzar de muchos Estados debido a la parálisis que sufre la Organización Mundial del Comercio en la denominada Ronda de Doha. Y, por otro, que el acuerdo del Pacífico es también una puesta en común de Estados Unidos y Japón frente a China, que ha quedado excluida. El mensaje a Pekín no es otro que obligarle a aceptar, más pronto o más tarde, unas normas generales en protección de la propiedad intelectual y contra las ventas por debajo de coste, el llamado dumping, que tanto práctica el gigante asiático.
¿Y a nosotros cómo nos afecta? Pues tanto Pallardó como otros analistas coinciden en que los efectos son más bien irrelevantes, entre otros motivos porque las empresas españolas compiten con las europeas y no las asiáticas por entrar en el mercado de Estados Unidos. Sí puede darse un cierto desplazamiento de las exportaciones por una mejora en las condiciones arancelarias para firmas de algunos países, pero no parece que vaya a ser significativo. Las alarmas sonarán con el tratado entre la UE y EE UU.
