Pablo Iglesias y sus cuates terminaron una reunión y quedaron con Alberto Garzón para el día siguiente, pero no se presentaron. Garzón debió leer en un comunicado (o algo así) que Podemos declaraba rotas las conversaciones con IU para presentarse juntos a las elecciones generales. Los dirigentes de Podemos se han estado bacilando de Garzón desde hace meses. Por su parte el joven economista acaba de descubrir que Podemos "solo es una maquinaria electoral". Vaya. ¿No lo sabía anteayer? ¿Lo ignoraba hace tres meses? ¿Podemos es una maquinaria electoral desde que rechaza definitivamente una alianza con IU en las urnas? En todo caso Garzón no parece entender el gigantesco piropo que les ha dirigido. Montar una gran maquinaria electoral en menos de dos años en toda España, tan fuerte, potente y segura de sí misma que consigue casi fagocitar a IU - y por eso mismo no le interesan zarandajas frentistas con Garzón y los suyos - y dejar en los huesos al PSOE representa una hazaña impresionante.

Iglesias, Errejón o Bescansa pueden citar y recitar a Gramsci o a Negri, pero su inspiración filosófica para la acción política es el leninismo, al que han enmascarado astutamente con un discurso sobre la democracia directa y el empoderamiento. Las martingalas sobre el empoderamiento acuñan la denuncia con buen rollo ("no nos representan") mientras que el leninismo de siempre acaricia el vómito revanchista ("el miedo debe cambiar de bando") y se impone en un modelo organizativo que se parece mucho a un centralismo democrático dotado de ordenadores. Los fundadores del invento se cooptan a sí mismos para la dirección, eluden las primarias e imponen ampliamente sus criterios para la elección de la mayoría de las direcciones regionales. De lo que se trata - lo ha descubierto ahora el iluso, tierno, devastado Garzón - es maximizar la rentabilidad político-electoral puliendo aristas políticas y programáticas agresivas, ganando centralidad ideológica, danzando cuidadosamente entre ambigüedades: que les sigas pareciendo una izquierda rupturista a los tuyos pero que bajo ningún concepto se lo parezcas a los demás. Iglesias, por supuesto, no lo puede todo, y por eso ha caído en la perezosa estratagema que desarrolló IU desde principios de siglo: pactar con nacionalistas y regionalistas de izquierda para presentase en plataformas comunes controladas mayoritariamente por Podemos. Y así se mete uno entre treinta y cuarenta diputados en el bolsillo.

La verdadera izquierda siempre ha sufrido una muy particular disonancia cognitiva. Consiste en creer que representa automática, fisiológica, metafísicamente a la mayoría y que basta con unirse en sus varias experiencias y opciones y estrecharse en un solo cuerpo electoral para arrasar en las urnas. Pasan años, lustros y décadas y con alianzas electorales y sin candidaturas conjuntas no llegan jamás a convertirse en mayoría de gobierno. ¿Merece esto un minuto de reflexión? En absoluto. Simplemente hay un culpable: el sistema electoral, el PSOE, Cayo Lara, el que le vende los chalecos a Monedero. Alguien. Un cabrón.