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Reflexión

La historia tergiversada

Como dice el abogado D. Jaime Alonso, la historiografía antifranquista adolece comúnmente de falta de rigor, prima la ideología de adversario o enemigo sobre la objetividad y rigor de los hechos; adolece por tanto de falta de imparcialidad en el relato y abunda en adjetivaciones ridículas.

Estos historiadores de carné, militancia y partido, son los arietes que emplean algunos historiadores como Ángel Viñas para dinamitar la verdad histórica de nuestra Patria con su nuevo libro La otra cara del Caudillo.

Viñas "descubre" documentos ocultos para todo el mundo durante ochenta años o más. Su impudicia no tiene límites.

Su sistema siempre es el mismo. "Descubre" un documento que no prueba nada, lo saca de contexto, construye su elucubración más o menos elaborada y saca conclusiones, ajenas completamente a la realidad pero cumpliendo el propósito de la calumnia contra quien no puede defenderse.

Este bufón inmoral, como así lo cita el abogado Alonso, ha "descubierto" lo que los poderosos enemigos del franquismo, comunistas, masones, potencias del Eje, las democracias vencedoras de la II Guerra Mundial y otros, con sus grandes servicios de espionaje jamás pudieron encontrar, que Franco era un corrupto y había amasado una fortuna, y ahora vendiendo café en concomitancia con sus generales. ¡Lo que hay que leer!

Hace algunos años corrió la volada en la prensa de la "investigación" que Franco tenía escondidos miles de kilos del oro nazi robado a los judíos. ¡Ni un zarcillo! Dijo con orgullo un ministro socialista después de intensas investigaciones. ¿Qué más les queda por hacer para desacreditarlo?

D. Pío Moa lo ha desafiado públicamente numerosas veces a litigar de temas históricos sobre la Guerra Civil y no hay forma de que dé la cara. Otros historiadores, espantados, lo ponen a caldo y D. Emilio Campmany, en un precioso artículo irrebatible, en Libertad Digital, lo aplasta literalmente.

Pero aún hay más, sir W. Churchill en un pasaje de sus memorias, que reduzco considerablemente dice... "Los comunistas dueños del poder, realizaron matanzas en masa y a sangre fría de sus adversarios políticos y de la gente acomodada... Yo fui neutral en aquella contienda. Desde luego, no defendía a los comunistas. ¿Cómo había de defenderlos cuando sabía que, de haber sido español, ellos nos habrían asesinado a mí y a mi familia y amigos?"

Pero, qué curioso, un separatista catalán, don Jordi Molins, antifranquista inmaculado, que ha propuesto ceder bases navales a China en Tarragona o Barcelona, por si España los ataca, descubre que Viñas fue funcionario de cierta confianza durante el régimen de Franco desde 1968. Se pregunta el chino-catalán "¿con qué autoridad moral el señor Viñas se presenta como antifranquista?". Lo que además lo condiciona a escribir honradamente sobre Franco, pues ya me dirán ustedes, como Preston, lo que puede salir de ahí con esa visceralidad oportunista además.

Cuando algún historiador, como en este caso, tiene falta de perras busca "descubrir" un posible escándalo franquista, elaborarlo retorcidamente y a vender libros que es lo que en definitiva interesa. ¡Miente que algo queda! Sobre todo en el banco.

Viñas aporta un modo ácido de hacer historia dando a sus libros el adecuado tono batallador que, a la vez que lo aleja del rigor, lo convierte en instrumento útil para la memoria histórica del zapaterismo.

Las pocas posibilidades de convencer a alguien que no esté convencido de antemano se pierden definitivamente por el tono desabrido de las críticas que dedica a los historiadores que no comparten sus puntos de vista. Naturalmente, como cabe esperar, inmediatamente se encuentran las diatribas contra Pío Moa, al que no menciona y de quien no rebate una sola de sus conclusiones con argumentos. Pero no conforme con esta pieza, acosa con furia a dos excelentes historiadores anglosajones, Stanley Payne y Anthony Beevor, por el odioso error de creer que los comunistas españoles y soviéticos que les asesoraron querían implantar el comunismo en España, tesis que Viñas considera absurda. ¿Qué creía éste iluso que querían instalar una democracia? ¡Que visión, tío!

Alguien decía que "cuando se descubrió que la información era un negocio, la verdad dejó de ser importante y cuando algo escasea aumenta su valor, por ejemplo la honestidad" y Salvador Allende dijo que "el deber supremo de un escritor de izquierdas no es servir a la verdad, sino a la revolución" y así nos va.

Como éste hay muchos y aquí sin ir tan lejos.

Dejo para dentro de un par de meses, cuando tenga más datos y tiempo, darle la puntilla a este sectario grosero de la izquierda de mosquetón que tan bien representa Viñas en sus libros.

Aprenda usted de Felipe González que dijo: "Hay que asumir la propia historia, soy capaz de asumir la historia de España. Franco está ahí. Nunca se me ocurriría tumbar una estatua de Franco ¡Nunca! Me parece una estupidez eso de ir tumbando estatuas de Franco y borrando rótulos de calles para cambiarlos de nombre. Franco es ya parte muy importante de la historia de España. No podemos borrar la historia. Algunos han cometido el gran error de derribar una estatua de Franco; yo siempre he pensado que si alguien hubiera creído que era un gran mérito tirar a Franco del caballo, tenía que haberlo hecho cuando estaba vivo."

Hace unos quince días, Ramón Tamames, excomunista, dijo que el nivel medio de la clase media actual era inferior a la del año 1975, cuando murió Franco. Después de cuarenta años de democracia, estamos peor. ¡Los números cantan!

Dejémoslo tranquilo en su tumba y hagamos las cosas mejor, pero sin bobadas ni mentiras del pasado para justificar la ineptitud y el deterioro del presente, que ya tenemos bastantes problemas en España.

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