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Artículos de broma

Multas y elecciones

L a apreciación de las multas está muy relacionada con la proximidad. Las multas que le ponen a uno tienden a ser injustas y no responder a causa alguna. Cuando responden a alguna causa, parecen duras por alguna otra causa justificada. Cuando caes con todo el equipo y sin paliativos se lamenta el encarnizamiento sancionador. Ante los mismos hechos y la misma multa, el alejamiento varía la percepción. Las multas a los desconocidos aparentan merecimiento a primera vista y las sanciones a los antipáticos se ven leves a todas luces.

Las multas de tráfico tienen un precio totalmente fuera de mercado, marcado arbitrariamente en la prosperidad y mantenido severamente en la crisis. Sólo las modera el mercado de la compra de votos, que antes hacía el cacique a mano y en efectivo y ahora son apuntes mentales de lo que ahorras en la declaración de la renta en el año de salida de gobierno respecto al de entrada, en la recuperación de unos ingresos que te recortaron y en el reintegro de ocio de unos días que vuelven a ser de vacaciones.

El número de multas sube cuando hace falta recaudar y baja cuando se aproximan las elecciones porque también se rigen por ese calendario de temporada alta y temporada baja con el que se maneja Hacienda sin reproche alguno, como un ejemplo de astucia política y conocimiento pesimista de la condición humana.

El que quita una multa prevarica, pero ¿qué hace el que pone mañana las que no puso hoy? ¿Cuándo actúa correctamente, cuando los buzones se llenan de multas o cuando la impunidad llega al rojo de los semáforos? Las elecciones afectan a la intensidad de los colores políticos de los partidos y también a la de los colores de los discos de los semáforos. El disco amarillo, con su ambigua intermitencia que le hace parecer tanto encendido como apagado, palidece ante una cita electoral.

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