Esta es una expresión muy castellana, y en las Islas la utilizamos mucho, que se usa para ironizar situaciones en las que se actúa libremente sin pensar en las consecuencias. Es como decir que vives en un país sin reglas, con tal libre albedrío que no piensas en las repercusiones que tus actos tienen en el resto de las personas que conviven contigo. Jauja es una ciudad peruana y, aunque no puedo establecer la evolución de su significado, la expresión es inequívoca y parte del escritor satírico chileno Juan Rafael Allende, quien, en su obra de teatro La República de Jauja (1889), escribe sobre la traición de un presidente electo que da la espalda a su pueblo y se alía con la aristocracia para hacer el reino de su santa voluntad.
Cuando un niño se solaza en una bañera, chingando por doquier, sus padres exclaman: "Esto es Jauja". Cuando un adolescente menor de edad llega a su casa a las tantas con los ojos inyectados en sangre y sin poder articular palabra del colocón, sus padres dicen: "Esto es Jauja". Un vecino pasea a su perro y deja que este deposite un reluciente cuesco sin que se digne a limpiarlo, el primer viandante que lo sufre protesta: "Esto es Jauja". Un policía local observa un coche en dirección contraria y, mientras saca su bloc de multas, exclama escandalizado: "Esto es Jauja". Cuando unos desaprensivos especuladores urbanísticos ocupan zonas de costa que están reservadas al uso y disfrute público, los grupos ecologistas afirman: "Esto es Jauja". Cuando se despide por doquier y se hacen contratos de miseria, amparados en una legislación laboral cuasi esclavista, los sindicatos protestan: "Esto es Jauja". Cuando Mariano Rajoy ve que Arturo Mas, el catalán, se quiere saltar la legalidad, afirma: "Esssshhhto eshhh Jauja".
Y así podríamos estar viajando a Jauja las veces que quieran. El lector o lectora de este artículo podrá poner muchos otros ejemplos atesorados a lo largo de su vida. Jauja convive con nosotros. Podría ser hasta atractivo que muchos de nosotros viajemos a Jauja y nos convirtamos en aquel Pinocho del parque de atracciones que no paraba de romper cristales y cometer las mil y una barbaridades y gamberradas. Pero cuando uno está en las instituciones públicas, con la responsabilidad de gobernar y hacer cumplir las normas, Jauja se convierte en el reino de la impunidad, y eso no se puede permitir.
Me imagino que se habrán dado cuenta de que este amplio introito tiene un nudo gordiano. Claro que lo tiene. ¿Cuál es el papel de los responsables políticos cuando se detecta una reiterada ilegalidad, como ha pasado en el caso del centro comercial Sotavento? ¿Debemos hacer la vista gorda como ha hecho el anterior equipo municipal del señor Cardona o debemos impedir que Jauja reine entre nosotros? Esta pregunta retórica tiene fácil contestación, pero entonces, ¿por qué no se ha actuado con anterioridad? Pues que respondan los que tienen que responder, nuestra responsabilidad empieza en junio.
Estoy convencido de que la apuesta por la legalidad, por las normas que nos hemos dado entre todos y todas, es una apuesta también de los empresarios. Se puede entender que algunos quieran cada vez más desregulaciones porque estas generan mayores beneficios, pero ahí chocan con el interés público que quiere que las normas se cumplan por todos y para todos. También estoy convencido de que los problemas detectados en el Sotavento se van a subsanar en el menor breve plazo posible. Queremos impulsar la actividad económica en esta maravillosa ciudad y eso lo saben los empresarios, el pequeño y mediano que pasa apuros para pagar la nómina de sus empleados y para mantener su negocio a flote, y también los grandes, a quienes hemos demostrado nuestra predisposición para sacar adelante esta urbe.
Pero, por favor, a lo que no estamos dispuestos es a que, cuando exista una reiterada ilegalidad, la ciudadanía diga: "Esto es Jauja". A eso no estamos dispuestos.
