La Provincia - Diario de Las Palmas

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Reflexión

¿Y si quisiéramos ser dominados?

Sumisión a la autoridad y conformidad caminan de la mano. Conformismo dicho de la actitud del que se adapta a cualquier circunstancia o situación con excesiva facilidad. Sumisión de la acción de someterse, sin cuestionarlo, a la autoridad o la voluntad de otra persona o a lo que las circunstancias imponen. Estas definiciones aproximativas pueden ser enriquecidas. El conformismo como un estado anímico presentado por una persona que exhibe desinterés por mejorar como ser humano, como profesional, en lo intelectual, en lo económico y en lo espiritual. Es la carencia total de aspiraciones por lograr algo mejor. En la obediencia implica una recompensa igual o superior a la entrega que realizamos obedeciendo. Las recompensas, según Bandura, determinan la ejecución y no el aprendizaje. Cuando obedecemos consideramos la motivación ofrecida un valor superior a nuestra sumisión. Se obedece porque se obtiene algo a cambio. Un beneficio. No se obedece sin más. Ahora bien, se han establecido tres formas, o subtipos, de conformidad (Kerman, 1972); complacencia (conformarse públicamente pero conservando en privado las ideas propias), identificación (conformarse, en público y privado, mientras se es miembro de un grupo, pero no cuando se deja al grupo) e internalización (conformarse pública y privadamente, tanto cuando se es miembro de un grupo como cuando se deja el grupo). La ausencia de conciencia y la abdicación de responsabilidad son ingredientes sustanciales de la conformidad. Sumisión al otro, impide dejar fluir lo que somos, lo que deseamos, lo que pensamos, lo que sentimos. Es aquello que genera la formación reactiva, el falso self de Winnicott (1965).

Permitir unas preguntas: ¿por qué el hombre renuncia a su libertad por una servidumbre voluntaria?, ¿la autoridad y el poder son depositarios de algo que él desea? Pero quizás tenga mayor relevancia la conformidad automática, descrita en El miedo a la libertad por E. Fromm. Se trata de la adaptación de la persona a las pautas culturales con el objeto de hacerse igual a millones de autómatas y dejar así?de sentirse sola. Para Fromm, la sociedad moderna ha aumentado el desamparo y la inseguridad del ser humano, hallándose este más dispuesto todavía a someterse, incluso de una forma ingenua o infantil, a las "autoridades" que sean capaces de hacerle más ligera la carga de la soledad y la duda. La persona pierde así? su individualidad, convirtiéndose en lo contrario de lo que es un verdadero ser con conciencia de sí? mismo. La pérdida de la conciencia del sujeto sería para Milgram la esencia de la obediencia. Se produce un desplazamiento del punto de vista crítico, sustituyendo el pensamiento propio por el de la autoridad. Para que esto ocurra, son de gran ayuda los puntos ciegos cerebrales, mecanismos cerebrales que seleccionan la información llegada a la conciencia, bloqueando la atención respecto a lo que no interesa (o hace daño). La conformidad al grupo es un proceso psicosocial básico, aún cuando pueda haber divergencia en los modelos teóricos que tratan de explicarlo: la Teoría del Balance (Brown, 1974), la Teoría del Refuerzo (Moore, op. cit.), la distinción entre Dependencia Informativa y Dependencia Normativa (Deutsch y Gerard, 1973), y la concepción Gestáltica de Asch (1962). Por ejemplo, Asch quería mostrar que la conformidad social no era debida a una sumisión automática o esclavista ante la opinión mayoritaria. Con el propósito de averiguar por qué los sujetos se habían sometido ante el consenso grupal obviamente equivocado, entrevistó a cada estudiante al término de la sesión. Dándole mucho crédito a las respuestas de los estudiantes, Asch concluyó que los sujetos sometidos, aquellos que en la mitad o más de los ensayos estimaron como correcta la opinión de la mayoría, habían mostrado tres tipos de reacciones: (1) los que creyeron que la estimación de la mayoría era correcta -reacción de unos cuantos, que se sometieron completamente-, (2) los que creyeron, en contradicción con lo que veían, que su percepción probablemente era incorrecta, y por último, los que se sometieron debido a un deseo de no parecer diferentes de los otros miembros del grupo.

Las personas se sienten como encantadas y deslumbradas ante quien le ha otorgado la autoridad. No pueden sustraerse a su fascinación. Al identificarse con la autoridad, -este es otro de los mecanismos- piensan que tienen poder por medio de esta proyección imaginaria. Así es como el fantasma de querer ser uno con el que ejerce la dominación explica la tendencia a someterse voluntariamente a un orden. El concepto de servidumbre voluntaria sitúa en consecuencia el análisis del poder, no junto a las eventuales pulsiones radicas de los que la poseen, sino junto a la obediencia ciega de los que a él se doblegan. Una obediencia que parece interiorizada y anclada profundamente en su psique.

Lo más oportuno para esquivar una orden es no prestarle atención. Quizás, el sumiso y el conformista, los únicos instantes de verdadera libertad de los que pueden presumir en su vida es de su infancia, al recrear y recrearse en su curiosidad y saber continuo, al ir descubriendo su capacidad de cuestionamiento de todo lo que nos rodea; sin embargo, al crecer -al ser ésta una etapa prelógica del pensamiento humano-, los niños aceptan, sin más, las respuestas que dan los adultos. Para los adultos que han dejando de ser niños le recomendamos sesiones de Ken Loach, como antídoto contra el conformismo. Que no es un perfume.

El gran desafío que todos debemos afrontar es cómo seguir en relación, cómo mantener el vínculo, cómo escuchar al otro/a, cómo tener en cuenta lo que el otro/a siente y piensa, y todo ello sin renunciar a ser uno mismo, diferente de ese otro, con nuestras limitaciones y nuestros valores. Y la relación con el poder siempre deberá ser controvertida y puede variar o no con los tiempos.

(*) Profesor Titular de Psiquiatría

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