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Aula sin muros

Profesiones del ahora encumbradas en el limbo de la palabra

Jóvenes emprendedores ilusionados con abrirse paso en la selva de mercados nuevos. Entre ellos las mujeres a las que un presidente dijo, en público, que "me gustan las mujeres emprendedoras porque emprenden" (sic), lo que cual reafirma mi convicción de que los asesores de presidentes, ministros, consejeros y altos cargos de la política y la magistratura deben aconsejarles que lean, al menos una página al día, de las obras de los clásicos. Innovar, que está bien, para competir, pero ya hace decenios que empresas americanas, que de esto saben un montón, crearon puestos de trabajo para hombres y mujeres dedicados "a pensar". Se llamaba y se llama creatividad, uno de los factores más avanzados de la inteligencia humana. Ya se ha instalado, en entornos laborales, culturales, educativos y familiares la costumbre de utilizar términos, palabras, "palabros" con permiso los lingüistas, con el fin de referirse a nuevas profesiones, trabajos u ocupaciones que, en el fondo, esconden deseos de reconocimiento en círculos profesionales y grupos humanos de cualquier organización. Responde a la satisfacción de deseos de crecimiento personal y autorrealización situados en la cúspide de la pirámide de las necesidades humanas. Sin ser prolijos cito algunos ejemplos en las historias y vidas diarias de hombres y mujeres que buscan su lugar en el mundo. En una emisora de gran audiencia una joven emprendedora presenta una nueva empresa de la que forma parte. Su nombre me recordó, de inmediato, al invento puesto en marcha en Suiza para descubrir quiénes somos y el origen del Universo: aceleramiento de partículas, solo que, en este caso, era de "personas". Quizá por eso mismo se le puso el nombre aunque a mi, la sola mención del término, me produjo estrés, sensación de prisas y apuros impropia del "al golpito", esa tradicional manera isleña de hacer las cosas con tiento. Por más que intenté comprender la retahíla de palabras de la entrevistada solo pude deducir, de entre el conjunto de eufemismos y galimatías, que se trataba de dar una actividad formativa que duraba la friolera de tres años, en diferentes niveles, con el fin de insertar a los inscritos en no se sabe bien que tipo de mercado laboral o "yacimiento de empleo". En la misma emisora es entrevistado un hombre dedicado al cuidado o atención de perros que corrigió, una y otra vez, al entrevistador, cuando este le llamaba adiestrador aduciendo que el no era adiestrador sino un "especialista conductual de perros" para lo que había realizado y tenía la correspondiente titulación. Algo así como un psicólogo para perros.

Cuando el periodista le pregunta que si también sirve para los gatos, responde que eso era otra especialidad. En los viejos tratados de Psicología se acuñó el termino de Psicología Comparada que trata de definir el comportamiento diferencial de los animales en relación con el del hombre. Más vieja, si cabe, es la ciencia que trata del comportamiento de la especie animal llamada Zoología. A lo que se dedicaba, en razón al contenido de su trabajo, el citado "conductual de canes", era, simple y llanamente a entrenar a perros para que conocieran a sus amos e hicieran sus necesidades cuando lo sacaran a pasear. "Coaching" animal, en terminología inglesa, una de las nuevas ocupaciones en pleno auge. La imparten empresas, que, previo no exiguo desembolso dinerario, en unos meses, habilita a los nuevos profesionales tanto para preparar a ejecutivos de empresas, a padres como los supernanys televisivos en la atención de problemas de conducta infantil en el hogar, a profesionales y políticos para hablar en público (la asignatura de Oratoria de tiempos de Maricastaña) como a entrenar a mujeres, hombres y niños en ejercicios físicos y deportivos en gimnasios, clubes o domicilios particulares. Todo mezclado con asesoramiento en imagen y cuidado personal y, si se tercia, en hurgar en el subconsciente y comportamientos insanos que, por estudios, competencia, colegiación y ética profesional corresponde a psiquiatras y psicólogos. Lo tienen muy difícil los psicólogos infantiles, educadores de profesión, abogados, graduados en Educación Física, periodistas y otras viejas y doctas licenciaturas o graduaciones si a su formación reglada no le añaden el de ser diplomados en coaching por algún centro especializado. Si además en el rótulo de encabezado figura un nombre en Inglés es un plus que se añade a la diplomatura. Parece ser que se ha extendido la idea de sustituir nombres de oficios, profesiones y carreras de siempre como si la eficacia en la cualificación o prestación de un servicio estuviera asociada a una nomenclatura cuanto más rara y si es posible en algún idioma no hispano, mejor. En el colmo de una imaginación cercana al delirio, hubo alguien que, vestido con chaqueta y maletín de ejecutivo, en su afán de asociarse con carreras o profesiones regladas, acudió a una oferta de empleo en una institución pública con una tarjeta de presentación en la que figuraban nombre, dirección y de profesión "estresólogo". Ni que decir tiene que causó hilaridad y risa en más de uno de los técnicos que recibieron al pintoresco personaje propietario de un título tan rimbombante y estrafalario. Todavía los hay quienes confunden el nombre donde la espalda pierde su honesto nombre con las témporas y reniegan de una de las más prestigiosas profesiones de la historia de la Humanidad.

Me ocurrió con un profesor de un centro público cuando, en un intento de alabar sus cualidades como docente en una materia determinada, me dirigí a él como "maestro". "Hola, licenciado o doctor" me respondió, ofendido, con sorna. Seguro que no se encuentra entre los profesores que les agrada y reconforta que les llamen "maestro" o "maestra", en relación a su sapiencia o autoridad del antiguo magíster dixit. Palabras nuevas para viejos oficios, profesiones cuya eficacia no se mide por los nombres que ostentan sino por los resultados y nivel de satisfacción de su potencial clientela. Habrá que recurrir al axioma bíblico del Libro del Eclesiastés: nihil nuovo sub sole (nada nuevo bajo el sol). Que cada uno y cada una acepte las cualidades y limitaciones de su rol sin renunciar a mejorar (innovar) en lo que es propio de su saber y competencia. Y en caso de duda no viene mal recordar al viejo refranero: "zapatero a tus zapatos".

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