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Opinión

Hotel Santa Catalina, espacio de tres siglos

Han pasado 125 años desde que el Gran Hotel Santa Catalina abriera sus puertas, oficialmente, en febrero de 1890. Creo que es de justicia resaltar el valor histórico, y también, social y económico, que este establecimiento hotelero ha tenido y tiene sobre la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria? No exagero si digo que la historia de nuestra ciudad estaría incompleta si no se contara la crónica de este Hotel, el más significativo e importante de Canarias.

El actual concesionario del Hotel Santa Catalina, don Manuel Padrón Padrón, tiene previsto celebrar este 125 Aniversario antes de que finalice el año en curso, lo que me parece una excelente idea pues además de divulgar, durante las jornadas de celebración, su historia, se impulsará el conocimiento de un Hotel singular que en el universo hotelero es difícil encontrar. Personas acostumbradas a los viajes, en los que el hotel es una referencia en sus vidas, las hay y muchas, me han comentado que el Santa Catalina es una especie que va desapareciendo? Pocos hoteles quedan ya en el mundo como este nuestro.

Es una ocasión propicia, en esta referencia histórica, para recordar, a modo de sencillo homenaje, a don Juan Padrón Marrero, fallecido hace algo más de un año, quién siempre albergó la esperanza de obtener la concesión del Hotel y envolverlo con su ilusión y, como él mismo escribía: "Con ideas nuevas, sin olvidar su pasado (?) y convertirlo en el principal punto de encuentro de la ciudad". No podemos saber, ¿o quizás sí?, qué hubiera sido de este hotel tan nuestro de no haberse llevado a cabo la decisión de Padrón? Hemos de situarnos en la década de los noventa del pasado siglo.

Don Juan Padrón se sirvió de un equipo director ciertamente importante, consideraba que un hotel funciona si sus directores, del propio hotel y de sus cocinas, ejercen como tales y actúan con responsabilidades plenas, ejerciendo sus funciones con ejemplaridad. Como director tuvo a don Pablo Barbero Sierra, gran conocedor de esta enseña hotelera, al que ayudaba un personaje que, prácticamente, pasó su vida laboral como gran profesional de nuestra hotelería, me refiero a don José Cruz Rodríguez, ya jubilado. Como jefe de cocina es obligado mencionar al excepcional don José Vila Barrio, ya fallecido, que dirigió las cocinas del Hotel durante 40 años. Sirvan estos profesionales como representación de todos los que pasaron, y algunos todavía están, por este establecimiento y que cumplieron sus cometidos de forma ejemplar.

Esta ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, cosmopolita, abierta a tres continentes, hospitalaria, una de las principales urbes de España, con casi 400.000 habitantes y un turismo que se pretende desarrollar, disponía, en el Hotel Santa Catalina, de una Casa de juegos o Casino que se integraba en la oferta de ocio hacia ese visitante viajero o residente que busca variedad en su esparcimiento.

En esta colaboración periodística, indudablemente, ni tan siquiera se podría sintetizar la historia de este Hotel, todo lo que ha sucedido entre sus paredes, en su entorno? Pero he de elegir una pequeña parte de esa crónica como recuerdo y homenaje a don Juan Padrón, que rehabilitó el Hotel y le dio nuevos espacios, y así iniciar un recorrido histórico que abarca 125 años de historia de la Ciudad y me decido por referirme al Casino que albergó el Hotel durante casi 20 años, espacio que se trasladó, hace cinco años, a las inmediaciones del Puerto. Es una pequeña referencia histórica digna de ser contada, por lo que significó para el Hotel y para la Ciudad y su historia, en cuanto al desarrollo del ocio y de la Cultura.

Gran Casino Las Palmas, que comienza su andadura en 1987 y se afianza en 1994, no tuvo en sus principios una feliz estancia en el hotel que lo acogía de forma provisional y solo la capacidad, el tesón y la voluntad de sus dirigentes, apoyados en todo momento por el equipo laboral, hizo que ¡al fin! el 1 de julio de 1994 se abriera el Casino definitivamente, integrado en el Hotel Santa Catalina, ya gestionado por Hotelera Nueva Canaria, S.A.U, dependiente, a su vez, de Gran Casino Las Palmas, S.A.

El Casino era un lugar distinto, diferente a los casinos de España o del extranjero. Indudablemente poseía la característica común del juego, su principal objetivo. Sin embargo, su ambiente, su entorno, su situación, su distinción, hacía que cuando nos encontrábamos en su interior, de inmediato, reconocíamos que estábamos en un lugar selectivo, perfectamente acondicionado, entrañable, de excelencia contrastada y hasta coqueto, permítaseme la expresión.

Pero es que, además, a esta sala de juego capitalina se la envolvió de ese espíritu que posee el vocablo "casino" en su concepto de asociación de personas que se reúnen para conversar, leer, divertirse y realizar actividades culturales. De modo que no era extraño ver, al mismo tiempo que rodaba la bolita de la ruleta o se esparcían las cartas sobre el tapete, a otro grupo de personas que se entretenían contemplando una exposición pictórica, fotográfica o numismática, o asistían a una cena cultural o programa de radio. El artífice de esta idea fue don Javier Valcarce de Ponte, gerente de Gran Casino Las Palmas, S.A. y Hotelera Nueva Canaria, S.A.U, importante personaje con el que contaba don Juan Padrón a fin de llevar a cabo sus objetivos hoteleros y del Casino.

Los distintos ambientes en que se dividió el Casino propiciaron una estancia placentera y cómoda a cuantos lo visitaban. La propia sala de juegos, claramente diferenciada del resto y con espacios para el descanso, hacía que el jugador se sintiera tranquilo y pudiera pensar en la ilusión del momento. Este salón, denominado Doramas, na-ce en 1963 y es la planta noble del nuevo añadido que, hacia poniente, se le hizo al Hotel. Por aquellos años este espacio disponía de un pequeño bar cuyo mostrador, de recia madera y acabados de bronce, se aprovechó para la recepción del Casino.

El Bar del Casino, estratégicamente situado, con una amplia sala de estar, era verdaderamente cómodo, elegante y luminoso.

La Sala de las máquinas de azar, siempre tintineante, era colorida y como no podía ser de otra manera, atrayente. Estaba ubicada en el antiguo Patio de las tortugas (que conectaba los salones Doramas y García-Escámez) y respetaba el entorno natural, permaneciendo, en su decoración, las palmeras, ventanas y ese aire de antaño que refleja el Hotel en ese espacio. En sus paredes se iban colocando pinturas y cuadros donados por los distintos artistas expositores.

El Restaurante Doramas, famoso fuera y dentro de nuestra capital, era un centro gastronómico de primer orden. Ideado de forma circular, poseía una decoración acogedora y singular. En uno de sus acogedores rincones se podía apreciar el arte de la sin par Lola Flores (fallecida en 1995), a través de sus pinturas, afición en la que se entretenía la genial artista del baile y del cante.

El Casino del Hotel Santa Catalina consiguió, en abril de 1999, el Certificado de Calidad ISO-9002 y fue la primera vez que un Casino, en España, recibía esta distinción. En este reconocimiento, en este insuperable ambiente, bastante tuvo que ver el personal que trabajaba en el Casino, profesionales que, noche tras noche, convertían, en todos los aspectos, su lugar de trabajo, en algo agradable para el visitante ya fuera a jugar, a observar, a ver cuadros, a cenar o tomar una copa o, simplemente, a estar.

El más que centenario Hotel Santa Catalina, la esencia hotelera y lugar de encuentro de la ciudad y de la Isla, seguirá en su recorrido histórico dejando la estela de su singularidad y como elemento principal de Las Palmas de Gran Canaria. En este recuerdo a don Juan Padrón Marrero, felicidades al Hotel en su 125 Aniversario.

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