El servicio español de Correos creado por Felipe V cumple este año los tres siglos de existencia, y con tal motivo tenemos que recordar el importante papel desempeñado por los desaparecidos correíllos interinsulares en el transporte de la correspondencia por las rutas de este Archipiélago, especialmente en el siglo XX.
Todavía guardamos en nuestra retina aquella estampa única de nuestro muelle de Santa Catalina con los correíllos atracados por ambas bandas dispuestos a zarpar para sus destinos, cubriendo unos las islas orientales y otros las occidentales. La partida de estas unidades era toda una fiesta por el número de personas que se congregaban en el muelle, unos para embarcar y otros para despedir a familiares o amigos. Eran los tiempos del dominio de la navegación marítima toda vez que el transporte interinsular por vía aérea no había aparecido o era incipiente.
En este ambiente nos llamaba la atención en nuestra niñez aquellas sacas de correo situadas a la entrada de la escala de los correíllos, para recoger la correspondencia de última hora que depositaban directamente los remitentes para que se las hicieran llegar a sus destinatarios. Luego esa saca pasaba a la custodia del primer oficial del barco que se encargaba de entregarla en el puerto de destino al responsable del servicio de correo en tierra. Como distintivo estos correíllos de la Compañía Trasmediterránea, adjudicataria del servicio, llevaban grabadas con caracteres grandes en la bandera española de popa las letras CM que significaba Correo Marítimo.
Son los viejos tiempos del puerto de La Luz que se han ido para siempre quedando en la estela del recuerdo los nombres de aquellos correíllos: Viera y Clavijo, León y Castillo, La Palma, Lanzarote, Fuerteventura y Gomera-Hierro. Hoy nos comunicamos a través de Internet.
