La Provincia - Diario de Las Palmas

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Con claridad

Más lejos todavía

Vivir en Canarias es un privilegio, que lo es por su gente, su cultura, su clima y su especial forma de ser, pues se entremezclan personas llegadas de todo el mundo, de la forma más diversa. Eso nos llena de orgullo cuando en la Península, con frecuencia lo hacen, aprovechan para afirmar, sin el menor rubor, que todos vivimos en lo ancho de un peine, como pusiera de moda el bueno de don Lorenzo Olarte cuando se peleaba con el gobernante de turno, principalmente el de los cuartos, porque don Lorenzo es de la idea de que la administración central tiene una importante deuda con Canarias. Si lo dice don Lorenzo yo lo creo.

El tema viene a cuento porque los que tenemos que viajar, con reiterada frecuencia, por razones médicas a Madrid, nos encontramos con una serie de afirmaciones que por reiteradas, son ya cansinas. Que el cardiólogo que te atiende va y te suelta: "Que bien estás, eso de tener las playas cerca", o que la señora que empuja la camilla se gaste la broma del día: "Vivir en Canarias es como hacerlo en el paraíso", y así cientos de frases tontas hasta que llegas al que más manda en todo aquel complejo y te suelta: "Hace 20 años que estuve en las Islas, no volveré más porque le tengo miedo al avión"... Y entonces te da el ataque de ironía y le tienes que decir que Canarias, en medio del Atlántico, es una comunidad autónoma de ocho islas que recibe 12 millones de turistas anuales, y que pese a todo eso compañías de bandera anuncian que ceden la ruta a sus empresas de bajo coste... ¿es una broma? Me temo que no; los pasajeros de Iberia, con precios normales, hace ya más de un año que volamos en Iberia Express (su empresa de bajo coste y peor servicio); la antigüedad de los aviones no es necesario relatarla, y así con casi todo.

Sabemos que vivir en Canarias es genial, es nuestra tierra, pero si nos obligan a viajar en empresas de bajo coste, con el cuento de los precios que en ocasiones son ofertas irreales, tendríamos que pedir una compensación por no poder disfrutar del tren, del AVE, del metro... salen de nuestros impuestos, ¿no?

Después de un día de piropos sobre una Canarias irreal, en el Aeropuerto de Barajas nos toca al lado de un ejecutivo, abogado contratado por una empresa canaria, que, como si hubiese escuchado las conversaciones anteriores, nos reitera lo agradable y bien que se vive en las Islas. Su conversación se propone continuar cerca de tres horas de vuelo, ya que tenemos que mostrar el pasaporte o DNI en Barajas y en Gran Canaria, el avión hace escala y sigue a Dakar. El avión va a tope, en la parte de atrás cinco deportados que la policía devuelve hasta Senegal. Ellos, los deportados, hablan durante el viaje de que en 15 días volverán a encontrarse... esta vez buscaron otra puerta de entrada; pero volverán... alucina con qué claridad y firmeza lo dicen delante de todos.

Nuestro acompañante, tras repasar sus papeles, quiere volver sobre el monotema. No sé ya si las ganas de volver, los efectos de la anestesia de las pruebas, la matraca de confundir canarios con sudamericanos (ninguna deshonra), y las ganas del buen señor de ahondar en el tema hacen que, con ironía, le acerque al oído: "No continúe por ese camino... Estos señores pasajeros no saben de qué hablamos y, además, Canarias está a la cola de la sanidad; la cesta de la compra es de las más caras, las pensiones las más bajas de España. ¿De qué Canarias me habla?" Me confesó conocer los datos, se puso los cascos y se durmió. ¡Que si quieres arroz, Catalina!, así nos vamos a quedar cada vez más lejos... Al tiempo.

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