La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Zigurat

Guetos y campos de concentración

Desde alguna de las carreteras que suben a Jerusalén se pueden ver a lo lejos enormes muros iluminados cada pocos metros por proyectores a los que no se les escapa nada. Si preguntas qué es eso, te pueden contestar que es una prisión, que son los muros de una cárcel enorme. Luego miras las carreteras por donde pasaste y caes en la cuenta de que lo que has visto es el exterior de un inmenso campo de concentración, o lo que es lo mismo, los muros que han levantado las autoridades israelíes entre poblaciones palestinas y judías.

Con la nueva malla que están colocando en barrios árabes de Jerusalén, ya tienen instalado el gueto que tanto ansiaban y también cambiar de paso la relación de fuerzas en la ciudad vieja y sus aledaños.

Los últimos sucesos que se registran en Palestina e Israel son los más graves en mucho tiempo y han cambiado la forma de actuar; si el mundo está aterrado por los lobos solitarios, que solo se ven cuando la espoleta estalla, en las ciudades y aldeas judías, en los asentamientos de ocupación, vuelven a los tiempos de la década de los cincuenta, cuando todos los judíos regresados de la Europa en llamas, convertida en un vertedero, trabajaban armados y hacían guardias regulares en sus kibbutz. Algunas costumbres, llamadas autodefensas, siguen activas y han vuelto a ponerse en alerta ante la incertidumbre de un estallido incontrolable.

El Estado judío está por primera vez contra la pared; tanto que el primer ministro quiere dialogar, cosa poco común, con la autoridad palestina para intentar detener esta nueva Intifada que va camino de reventar no solo los acuerdos de Oslo, sino todo lo que se ha podido consensuar hasta ahora.

Y un análisis, breve pero atento, nos sitúa en la guerra de Siria, en los movimientos de Irán y en Turquía.

En Siria ha entrado un nuevo contendiente que ve como probable un pasillo entre las repúblicas asiáticas de la antigua Unión Soviética de credo musulmán y el oriente próximo, con punto de parada en Chechenia, camino a Europa. Y Rusia que se encuentra en guerra con ella misma -Ucrania, Georgia, Crimea, Chechenia- tiene que poner a punto su tecnología de guerra y es lo que está haciendo, con innumerables víctimas civiles.

Irán, lo quieran o no, ha sacado adelante su plan nuclear y temerosos de la mayoría suni, que es la que gobierna el mundo musulmán, se ha implicado allí donde la presencia chií es importante: Líbano, frontera con Siria e Israel y con un arsenal y un ejercito que puede dañar gravemente la estabilidad de Palestina.

Y Turquía, que lleva décadas tocando a la puerta de la unión Europea -con un pie en la economía europea y otro en Asia, con un Islam que crece y un laicismo que se desmorona-, a la que no puede acceder hasta que no cambie su política de gobierno y algunos aspectos sobre derechos humanos, se ha visto implicada en la guerra con dos frentes abiertos, a cuál más peligroso. La entrada de inmigrantes, desplazados de las regiones en guerra, desheredados del mundo, está desestabilizando las fronteras nacionales y no se puede contener por mucho tiempo esta marcha; pero como es la verja de entrada, la UE, es decir, Alemania, le ha ofrecido su ingreso inmediato si retiene en las fronteras a los que huyen despavoridos.

Y en el fondo, en el hondo pozo de la estulticia humana, se yerguen otra vez los símbolos como armas, como misiles cargados de letanías. Como banderas que parecen decir al aire de su inmundicia: esta es mi cultura, mi tradición, y tiene más importancia que los seres humanos que los han inventado.

Las épicas escrituras que localizan después de tres mil años huesos sagrados, reliquias, mercadería de piedad popular, teología de contienda... las piedras ruedan, los muros permanecen... y en un lugar que ocupa una mínima elevación, se han dado cita todas las religiones que han cambiado y siguen cambiando al mundo, más que con su proselitismo de libro, de fusil: no en vano a unos y otros se les da en prenda, junto a su arma, un libro de esos que dicen que todo lo que dice era y es verdad: la verdad es que 60 seres humanos han muerto en siete días, lo que se tarda en hacer cualquier mundo sin día de descanso.

Compartir el artículo

stats