Para Roger Cohen, prestigioso columnista del periódico The New York Times, Europa está atrapada entre aquellos que quieren entrar, aquellos que quieren salir, y aquellos que quieren destruirla. Los que llegan están desesperados, los que quieren irse están descontentos y los destructores ondean banderas del pasado que no representan nada, o manchadas de guerras fratricidas y crímenes, o de historias fallidas. Esta triple circunstancia hace que la Unión de 28 países europeos sea más vulnerable a fracturarse que a estar más integrada. Una Europa sin fronteras y en paz constituye uno de los mayores logros de la segunda mitad del siglo XX, el milagro más increíble e imaginable históricamente.

Europa no está en riesgo inminente de desintegración, pero se está deshilachando. Estamos desbordados por una migración de miles de individuos que huyen de Siria, Afganistán, Kosovo, Somalia, Irak, Albania, Eritrea, Pakistán, Sudán, Libia y otros puntos de África, lugares que están en guerra o con hambruna o con gobiernos opresores y vejatorios. Son personas que no tienen nada que perder porque ya lo han perdido todo. En ese trayecto, muchos pierden la vida, mientras repugnantes mafias de traficantes se forran ante los ojos de los gobernantes de los países en donde operan y se ríen de Occidente. Esta migración desordenada y descontrolada que camina por tierra, mar y aire en dirección a lo que consideran su imaginario Paraíso, bloquean el tráfico, el comercio y los servicios sociales. Y de paso, provocan la ira de partidos políticos y medios de comunicación de Hungría, Francia, Inglaterra, Alemania y Holanda que insisten en que ha llegado la hora de desplegar al ejército. Pero sacar al ejército a la calle o construir muros de hierro no resolverá nada para parar esta imparable estampida humana. A pesar de palabras grandilocuentes, los 28 países de la UE no tienen un propósito conocido. Son desconcertantes las declaraciones de los líderes europeos acordando que se repartirán los refugiados. Hay 4 millones de refugiados en Jordania, Turquía y Líbano, países menos prósperos que las naciones europeas. Sólo en EE.UU., entraron 14 millones de emigrantes entre 2000 y 2010. La vergüenza de Europa está escrita en la miseria de la emigración. Los argumentos contra esta avalancha de emigrantes (desempleo, bajo crecimiento económico, saturación de los servicios sociales) no son razones suficientes para cerrar las puertas. Esta ola migratoria, aunque grande en número, es absorbible por una comunidad de más de 500 millones de habitantes. Lo que hace falta con urgencia es una política de coordinación que ofrezca una ruta legal a los emigrantes y una determinación política para reimaginar una UE que puede hacerlo.

Gran Bretaña amenaza con salir de la UE. Para los británicos, Europa es sinónimo de popurrí burocrático y desorden. Diariamente, la prensa británica se queja con historias en las que pide a Francia que controle la emigración y que emplee la fuerza para limpiar los campos de refugiados en su orilla del Canal. El primer ministro David Cameron ganó las recientes elecciones británicas prometiendo un referéndum para salir de la UE. Sería muy malo para los británicos y para Europa. Pero la falta de un propósito coordinado en Europa juega a favor del voto por salir. Pero ¿qué papel tendría Gran Bretaña en una Europa dividida entre dos grupos, uno liderado por Alemania y con la moneda única y donde tendrá lugar la verdadera acción política y económica de Europa, y otro grupo de países coordinados por no se sabe quién y sin moneda única? ¿Navegar por su cuenta? Necesitamos un líder europeo con la visión y el discurso integrador que tuvieron los pioneros de la UE en sus inicios. Puede que Ángela Merkel sea lo más parecido, pero es insuficiente.

Y por último está el que quiere destruir Europa. La UE se inventó para que nunca más hubiera nazismo y para que el comunismo no se extendiera más allá del telón de acero. Pero en estos últimos años vemos con alarma como los herederos ideológicos de esas indeseables plagas están debilitando la convivencia y acosando los ideales europeos, favoreciendo la disidencia de países y regiones, avivando la degradación moral de la sociedad. En España, nosotros, tontos del culo, hijos de sangre contraria, obsesos retroactivos y desmemoriados históricos, sin respeto por los símbolos nacionales ni por las instituciones ni por la Carta Magna, seguimos mirándonos el ombligo cuando los partidos y gobiernos de extrema izquierda, los independentistas y la chulería fascista del separatismo catalán aumentan a pasos agigantados su presencia en el Parlamento Europeo, en el Parlamento de España, en los parlamentos autonómicos y en los ayuntamientos. La situación es grave, muy grave. Volvemos a romper un país que no dejamos construir. Mientras, desde Moscú alguien trama el futuro de Eurasia. Su nombre es Vladimir Putin. Él tiene ideas. Europa por ahora, ninguna. Eso es peligroso, muy peligroso. Buen día y hasta luego.