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Javier Durán

Desviaciones

Javier Durán

Esta balsa de piedra

Ser una isla nos da todo el derecho del mundo a ser indómitos en nuestros pensamientos sobre la naturaleza: quizás sea la balsa de piedra de Saramago envuelta en corrientes submarinas que nos llevan de un lado a otro, o quizás sea ese punto ancestral aborigen que reaparece y otea el cielo para saber qué descarga nos deparan los dioses aéreos. Estos palos de agua, esta lluvia persistente, nos sitúa una vez más (como con la sequía, como con la langosta, como con el temporal de viento?) en la soledad insular, desgajados del continente, a la manera de unos Robinson Crusoe atemorizados por la climatología que culebrea entre alertas. El paso de las generaciones acaba por secar la sapiencia de este hombre de aquí: décadas atrás se sabía aún leer la tupida negritud de la nubes y considerar que estaba a punto de llegar un chipi chipi, un cierne cierne, un aguacero, un zapatazo, o si la tierra estaba empapada, cosas de la dependencia de la agricultura. Pensamientos pluviales, por otra parte, que estiran la pata entre surcos abandonados.

Tras una jornada catastrófica, el mapa de Torriani y de los primeros geógrafos se despliega para exponer su conocimiento sobre los barrancos y las rutas de las aguas limpias que iban a parar al mar, libres de obstáculos, destapadas a su paso por el Guiniguada, y que ahora forcejean contra muros, tubos y cubiertas a la búsqueda de un respiro. Expulsadas del conducto, admiten a surfeadores que se echan sobre la lámina canela, alguna con olas (y restos vegetales), para cebarlas y acabar empotrados en los bajos de un coche o en la entrada del zaguán. Y todo por un minuto de fama, de volteo por las redes sociales, como un episodio más entre los amasijos de vehículos, avenidas despedazadas, cimientos al aire, cataratas, desprendimientos en carreteras, muros que aflojan, garajes que son guaridas de ranas, vecinos que van por la cuarta o quinta inundación, taxistas que pierden su modo de vida? ¡Barro, mucho barro, la cólera, el maldito drenaje, la bomba de achique?!

Y encima, en la reflexión de si la lluvia es ahora más o menos serena, me asalta la afirmación de que está en posibles un tornado, sin que el mismo sea aun noticia por la meteorología. La expansión del rumor viene del Sur de la Isla, donde turistas y habituales han sido testigos de una onda que sale del mar y que se eleva, y que podría ser la llamada al fin del mundo de una ballena necesitada de compañía. Al final el fenómeno (viral en las redes) resulta llamarse manga, igual que la fruta, y cuya explicación corresponde a la gente de ciencia. No era, pues, un tornado que empezaba a apuntalarse en la costa de San Bartolomé de Tirajana para luego coger cuerpo en dirección a la capital. Fue una falsa alarma.

Me atiborran de imágenes que llegan de todas partes. Estoy metido en casa, atribulado por el nivel de agua que alcanza mi humilde calle, y a la vez estoy con los vecinos de Telde, que no dan abasto. De madrugada veo que se abre la puerta de un garaje y que un señor pone su vehículo a buen recaudo. No lo tiene del todo claro, y le ha entrado el miedo en el organismo. En el siglo XX (así de fuerte) los sótanos de las tiendas de Triana entraban en barrena y por el barrio de Arenales se veía más de un bote para desplazarse de un lado a otro. Los alcaldes hablaban del efecto bañera y se pusieron en la labor (unos más que otros, Mayoral se lo tomó en serio) para acabar con los ríos de agua. Ahora, con estas adversidades extremas se puede observar que ya no es necesaria la góndola, pero pobre del que se le reviente una alcantarilla. Esta es un sociedad perfecta, ajena a aquellos barrizales de cachorro y cigarrillo mecánico (al modo de Eduardo Millares Cho-Juaá), con infraestructuras modernas, muy caras, confortables para los amortiguadores? Y hasta nuestra perversa orografía, encantada por barrancos, se nos ha evaporado, tanto que nos creemos invulnerables, y va ser que no.

Hay que ponerse en el pellejo del que pierde todo, de la dura realidad que tiene que afrontar, que es una molécula dentro de eso que los políticos bautizan como zona catastrófica; una molécula asediada por la desgracia y por la fuerza de un destino que le marca el camino del volver a empezar de nuevo. Pero todo ello no quita que tengamos en cuenta nuestra debilidad, la potencia de la naturaleza sobre esta balsa de piedra llena de cavernas, ramificaciones volcánicas, grietas atlánticas, uniones que se acoplan y se desacoplan, alisios, anticiclones, lunas planas, eclipses, calimas claras y rojas, tormentas con aparato eléctrico, África, el desierto, el mar, la ola vengativa, la humedad? Y, cómo no, ese sustento económico que es el Sol, inagotable. El maná.

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