La Provincia - Diario de Las Palmas

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Sociedad y Justicia

Todo un rey, que no es poco

Siendo yo Presidente del Cabildo Insular de Gran Canaria, llevado de mi irrefrenable vocación internacional, allá por 1975, y consciente de que Venezuela era una más de las islas canarias, dado el número de isleños allí existentes y que tanto prestigio han dado a las Islas en el orden social, económico y político de aquel país, por su ejemplar conducta y laboriosidad e incluso por el importantísimo protagonismo que alguno de ellos o sus descendientes han tenido exitosamente en las más altas esferas de la vida venezolana, decidí desplazarme por unos días de trabajo, en unión de un cualificado séquito, a dicha República Bolivariana de Venezuela, como el Presidente Chávez la denominaría patrióticamente, a mi juicio con especial acierto.

Pese a que en aquella fecha se producían los famosos fusilamientos de Burgos que rechazó enérgicamente el mundo democrático entero, incluida la Santa Sede, me recibió con especial cariño el Presidente Carlos Andrés Pérez, a quien d cuenta de uno de los motivos principales de mi viaje a su país: "develar" -como dicen los venezolanos-, un busto de Don Benito Pérez Galdós, obra del escultor canario Jaén, a colocar en una de las principales vías capitalinas, donde aún permanece, a cuyo acto asistió acompañándome, pese a las coincidentes circunstancias políticas tan adversas, nada menos que el Canciller o Ministro de Asuntos Exteriores Ramón Escovar Salom.

La importancia de la asistencia de quien luego sería mi fraternal amigo Ramón Escovar, deriva no solo de la coincidencia con las ejecuciones españolas de entonces, con la asistencia del canciller al acto organizado por una institución pública, al fin y al cabo española, como era el cabildo grancanario, sino porque el canciller era un hombre excepcional, cualificadísimo tanto en lo personal como en lo político, preparadísimo y honesto, quien luego sería mi fraternal amigo, graduado en Derecho doctorándose en Ciencias Políticas en la Universidad Central de Venezuela, en Caracas, habiendo ejercido como profesor titular de dicha universidad, y después de cesar como canciller, sería investigador de la estadounidense Universidad de Harvard, profesor visitante de la Universidad de Cambridge, en Inglaterra, pero especialmente recordado sobre todo por su período como Fiscal General de la República al iniciar el juicio por corrupción contra su antiguo presidente Carlos Andrés Pérez.

Al final de mi expresada estancia en Caracas, donde nos honró con su presencia también el ex embajador Don Matías Vega Guerra, convoqué una rueda de prensa a la que asistieron prácticamente todos los medios de comunicación social caraqueños, integrados por una veintena de periodistas, quienes me hicieron múltiples preguntas, algunas de lo más comprometido, por vivir aun el General Franco. Recuerdo que una, que trascendió con su respuesta a los medios tanto españoles como venezolanos, fue sobre si yo era monárquico o no, a lo que sin vacilar contesté: "Soy monárquico... de Don Juan Carlos", de cuya respuesta hoy me siento muy satisfecho.

Pocos años mas tarde, con motivo de mi modesta participación en la Transición, siendo Consejero de Adolfo Suárez, mi trato con el Monarca fue relativamente frecuente, al igual que desde entonces, honrándome profundamente con su amistad.

Pero si tenía alguna duda sobre mis sentimientos, el pasado viernes, con motivo de la concesión de los antiguos Premios Príncipe de Asturias, al oír el discurso del actual Monarca Don Felipe, a quien desde un palco su augusta madre Doña Sofía también oía embelesada, durante unos veinte o treinta minutos en los que no leyó ni una línea, con una dicción perfecta, un énfasis insuperable cuando había que ponerlo, y una autoridad y energía absolutas adobadas con una suavidad y serenidad plenas, como improvisando lo que sin duda había estudiado previamente de forma concienzuda, con la colaboración de Doña Letizia, al fin y al cabo una profesional, me sentí satisfecho de mi viejo sentimiento, años atrás explicitado al otro lado de nuestro océano y por ello plenamente monárquico, compartiendo, especialmente con su padre, quien le estaría viendo también por televisión, el legítimo orgullo que en él tiene, que es doble: como su progenitor y como ciudadano español que desea para su patria lo mejor.

Conocí a Don Felipe, siendo niño. Incluso le regalé uno de los primeros juegos electrónicos, entonces de fabricación asiática, que se comercializaban en Canarias antes que en la Península; más tarde, en uno de sus viajes a Canarias, siendo Príncipe de Asturias, presidió, con prudencia y autoridad, un Consejo de Gobierno, siendo yo Vicepresidente, Consejero de Turismo y Secretario del mismo bajo la presidencia de Hermoso, por lo que di y sigo dando fe de ello.

Posteriormente presidió en el Hotel Escuela de Gran Canaria una amplísima reunión, con veinte o treinta cualificados representantes del sector, para tratar de nuestros problemas comunes, quienes recordarán aún por lo que al actual Monarca atañe, su saber estar en la Presidencias, su autoridad con humildad, su preparación con conocimiento de causa y, en suma, su fácil aprehensión de la problemática canaria que se le planteó por cuantos asistentes quisieron hacerlo.

Ahora, con la reciente celebración del otorgamiento de los Premios Príncipe de Asturias, en el futuro Princesa de Asturias, he vuelto a seguirlo más cerca de lo habitual durante el escaso tiempo que lleva de reinado, pero suficiente para calificarlo, por lo que, por ello, me hallo ya en condiciones de poder afirmar que los españoles contamos con la inmensa suerte de tener un gran rey en el actual Jefe del Estado español. Que el Señor nos lo conserve.

(*) Ex Presidente de la Comunidad Autónoma de Canarias.

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