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Cartas a Gregorio

Manuel Ojeda

Pepinos por un tubo

Querido amigo, todavía recuerdo la que se armó hace cuatro años con la llamada crisis del pepino, cuando los alemanes nos acusaron de enviarles una bacteria intestinal llamada Escherichia coli que, según decían, habían encontrado en los pepinos españoles. La susodicha bacteria provoca diarreas sangrantes y hasta la muerte en los casos más graves.

Al parecer, al tratarse de una cepa de alta resistencia a los antibióticos, es muy difícil su tratamiento, y suele afectar principalmente a mujeres y niños. En Alemania murieron 30 personas por esta bacteria y se calcula que fueron más de 3.000 los afectados.

Aquella crisis puso en jaque a toda la agricultura española y, además de millones de euros, nos hizo perder la credibilidad, sembrando la desconfianza en todo nuestro sector agrícola. Pero, al final, todo quedó en nada cuando se demostró que la bacteria no procedía de nuestros pepinos, pero ya el daño estaba hecho.

La cuestión es que los pepinos españoles siempre han sido muy apreciados en Alemania, aunque hay quién piense que por algo más que preferencias gastronómicas. Los investigadores del Instituto Robert Koch de Berlín informaron que el origen del brote podría ser como resultado de la contaminación de pepinos con aguas fecales. O sea que, si no entiendo mal, encontraron alguna porquería en los pepinos. Habría que preguntar entonces, para qué se usaron, porque no es lo mismo ponerse negro de pepinos por un tubo, que ponerse de pepinos por el tubo negro... Menos mal que no fueron plátanos, Gregorio.

Recuerdo ahora, y a propósito de este supuesto, lo que me contaron en un supermercado de Maspalomas. Parece un chiste, pero lo cierto es que, a la dependienta de la frutería se le acercó un espectacular ario, rubio y gay como un palomo, de esos que han decidido quedarse por estas tierras permisibles que, extasiado ante un pepino king size que tenían en el expositor, le dijo: "Querida, póngame ese, y otro para la ensalada..." Ahora entiendo lo que pasa cuando se juega con las cosas de comer.

Mira por dónde la prestigiosa firma alemana Volkswagen se destapa ahora con un tufo a diésel de más de once millones de vehículos que están contaminando el mundo hasta un 40% más de lo que ellos aseguraban.

El dióxido de carbono que expulsan los coches

produce un inmenso daño a la vida vegetal.

El dióxido de carbono que sale por el tubo de escape de estos coches germanos es el principal responsable del efecto ambiental conocido como lluvia ácida. La quema de combustibles fósiles contamina el aire y produce un inmenso daño físico a los árboles y al resto de la vida vegetal como, por ejemplo, a los pepinos.

Y he aquí cómo las salchichas de Frankfurt se convirtieron en chorizos de cantimpalo, pero con un palo de más de 18.000 millones de euros que los de la Merkel tendrán que pagar para, encima, seguir quedando mal por mentirosos. El desprestigio de la Marca Alemania debería ser tan bochornoso como la ilusión fálica que le produjo al rubito del supermercado la planta cucurbitácea, como dicen en Wikipedia. Merecerían que España se tomase ahora la revancha de todo el daño que les hicieron a nuestros agricultores pero, al parecer, eso a nadie le importa un pepino.

Un abrazo, amigo, y hasta el martes que viene.

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