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Crónicas galantes

Comediantes al poder

Probablemente hartos de que sus mandamases se riesen de ellos, los guatemaltecos acaban de elegir como presidente a un cómico para que las risas cambien por una vez de bando. Jimmy Morales, que tiene acreditada fama de chistoso, ha obtenido el apoyo de casi un 70 por ciento de los votantes bajo el lema: "Ni corrupto, ni ladrón". Se da por sentado que esto último no es uno de sus chistes, claro está.

Además de humorista y actor de cine, Morales es licenciado en administración de empresas, lo que acaso le dé mayor crédito académico que a algunos de los candidatos a primer ministro en España. Nada cuesta imaginar, sin embargo, que su faceta de cómico sea la que haya inclinado a los ciudadanos de Guatemala a votarle en tan abrumadora mayoría. Un comediante ofrece, en realidad, el perfil idóneo para dirigir cualquier país: y así parece haberlo entendido el sabio pueblo guatemalteco.

Nadie ignora que el de la política es un oficio inequívocamente teatral. El escenario en el que se desarrolla tiene forma de hemiciclo que a menudo se transforma en hemicirco gracias a las involuntarias dotes de comicidad de los diputados. Pero no solo eso. La política en sí misma es una actividad escénica para la que se exige pose, maquillaje, técnica de declamación y capacidad para memorizar el guion que sus asesores le escriben al actor.

El político se limita a aportar buena presencia y, a ser posible, verbo florido. La apostura de galán la ponen en España, por ejemplo, Pedro Sánchez y Albert Rivera; del mismo modo que anteriormente lo hicieron Adolfo Suárez y Felipe González. La oratoria más o menos flamígera corre por cuenta de Pablo Iglesias, émulo de aquel Castelar que arrancaba sus discursos con un potente: "Grande es Dios en el Sinaí", ahora en versión leninista.

También puede ocurrir que algún político escasamente dotado de galanura y/o facundia acabe venciendo por cansancio de los electores, como tal vez ocurriese con el actual presidente Mariano Rajoy, que más que unas elecciones, ganó una oposición al tercer intento. Pero esto último es más raro, lógicamente. Si algo sorprende es que los cómicos no se hayan querellado aún contra los políticos por la competencia desleal que les hacen. Véase el caso de Artur Mas, por ejemplo. Reunido mañana, tarde y noche con sus colegas de elenco para urdir toda suerte de imaginativos planes, el presidente catalán evocará tal vez para los cinéfilos a Rufus T. Firefly: aquel líder de la República de Libertonia inventada por los Hermanos Marx en Sopa de ganso. Firefly, interpretado por Groucho, proclamaba al tomar posesión su deseo de instaurar la honradez en los asuntos públicos. "No toleraré el juego sucio", decía el presidente libertonio. "Si pillan a alguien corrompiéndose sin que yo reciba una comisión, lo pondré contra la pared y daré orden de disparar". Ochenta años han pasado del estreno de Sopa de ganso y esa broma sigue siendo tan actual como entonces en casi todos los gobiernos. Aunque sea solo un chiste sin vínculo con la realidad, por supuesto.

Fácilmente se entiende que, puestos a elegir, los votantes de Guatemala se hayan inclinado por un cómico profesional como Jimmy Morales. Lo mismo habían hecho antes los italianos al votar masivamente a Beppe Grillo: y es natural. Ya que tanto se ríen de nosotros, que al menos nos hagan reír también un poco.

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