Una atento lector de la calle Mendizábal, para más señas empleado en la hostelería, avisa. Y quien avisa no es traidor. Sentarse en las mesas de las terrazas del barrio histórico, a la sombra de la catedral, tras una visita a la Casa de Colón, supone un permanente trasiego de los que piden la voluntad (no son mendigos, son enfermos). Las mismas caras con más deterioro y la eterna costumbre: "Una ayuda pa comer". ¿Hambre? ¿Del cuerpo o del alma?