Tranquilidad y buenos alimentos. La relación entre la carne procesada y la roja con el cáncer de colon no es el descubrimiento de América. Lo que cambia es que la OMS coloca esos cárnicos junto al tabaco, el amianto, los humos del diésel y otros enemigos y vecinos de la salud con los que se hace política sanitaria, propaganda, represión, en fin, sociedad libre. Lo importante es el nada novedoso mensaje de que el veneno es la dosis. La carne roja y procesada ya hace tiempo que era considerada pecado nutricional por el colesterol del malo y por el riesgo de cáncer de colorrectal. El nuevo riesgo, y nace ahora, es el ascenso de veganos en la política sanitaria mundial que acaben aplicando criterios hospitalarios que excluyan de algunos servicios de la sanidad a carnívoros reincidentes como se propuso e hizo con los fumadores. Hay personas aparentemente sanas capaces de decir, con cara de tener la razón en propiedad, que "el dinero de los ciudadanos no tiene por qué pagar sus malos hábitos alimenticios", versión estricta de "quién te mandó comer chorizo y hamburguesas, ignorante".
La hipocresía obligatoria de los sectores productores, procesadores, distribuidores y vendedores de esta carne que es el pan nuestro de cada día pidiendo moderación en el consumo -como hacen los fabricantes de bebidas alcohólicas- al tiempo que diseñan estrategias para vender un 10 por ciento más el próximo año, servirá para poco. Ya hay demasiado que leer como para que te den consejos los filetes y te pidan moderación las hamburguesas.
Para las personas que tengan el hábito de comer -que no son todas las del mundo, contra lo que pudiera pensarse- basta saber que hay que comer de todo de manera equilibrada y en las proporciones justas. La proteína nos mantiene vivos pero ni para siempre ni siempre saludables. Gracias a los supercentenarios sabemos que a veces cuesta morirse pero, al final, se consigue.
