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Música Orquesta Filarmónica

Dos conciertos memorables

Como siempre que dirige a nuestra OFGC el maestro alemán Günter Herbig, pues la sintonía entre los profesores con el director y de éste con el público es total y completamente merecida por varias razones: su calidad indiscutible y su dominio del repertorio.

Dos quintas sinfonías, muy distintas entre sí, formaron el primer concierto: la en Si bemol mayor, D. 485, de Schubert, una de las tres grandes minisinfonías del siglo XIX, y la muy romántica en Mi menor, op. 64, de Chaikovski, y ambas tuvieron una versión modélica, con una orquesta reducida, pero muy adecuada, para la primera en la que lucieron los pocos vientos como si fueran protagonistas con una fusión perfecta con los arcos que nos dieron una interpretación muy cantabile de la obra con un Andante con moto, delicioso y un Minueto, casi un Scherzo, de ensueño. A eso añadimos que la correlación de los movimientos fue tan perfecta que nos daba la sensación de que lo que seguía tenía que ser así. Una interpretación inolvidable.

Cambio total de estilo y de interpretación con Chaikovski: la orquesta al completo y la interpretación más dramática, de acuerdo con el carácter de la obra, con ese motivo que la inicia y que, tras apariciones cortas, culmina la culmina. No sabría qué destacar de la interpretación, pues su ritmo, su dinámica y, sobre todo, la continuidad del discurso musical nos dieron una versión inolvidable, premiada con una ovación interminable. La orquesta, en estado de gracia, formó un todo perfecto con el director y me van a dispensar que no destaque a ninguno, pues todos son merecedores del mayor elogio.

Su segundo concierto tuvo una violinista solista, Akiko Suwanai, que mostró un sonido no muy potente, pero pastoso, igual, en todas las cuerdas y una cantabilidad magnífica, dándonos una versión del Concierto en Re mayor de Stravinski magnífica, sobre todo en las dos arias, donde, con la orquesta, nos dieron como una especie de salto al barroco deliciosa. Ante la ovación unánime del público la solista nos dio un regalo, magníficamente interpretado. No recuerdo al maestro Herbig en música moderna, pero su Stravinski, neoclásico, con una orquesta con cuerda muy reducida, fue magnífico.

La Cuarta Sinfonía en Re menor, op. 120, de Schumann, cerró el concierto y el mayor mérito que le doy es que esta obra cíclica, con esa orquestación tan peculiar de su autor, resultó amena, sin que se notase esa machacona orquesta que en otras versiones he percibido. La Romanze y el Scherzo prepararon el monumental Final, que tuvo otra ovación interminable de este segundo concierto del gran director que se había iniciado con una fresca versión de la obertura mozartiana de El rapto en el serrallo. Y hasta el 15 de abril próximo, si Dios quiere, para volver a escucharle, maestro Herbig, esta vez en Brahms y Chaikovski.

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