Sí, temo la coagulación de ese imaginario pleitista y victimista en Gran Canaria que caricaturiza el pasado, pero sobre todo confunde el futuro. De nuevo el mantra de las sedes de las consejerías, verbigracia, robadas a tierras tinerfeñas, aunque jamás se argumente con cifras, porcentajes y normativas semejante acusación. Leo con estupor que el maestro Alemán incluso subraya la paciencia de Gran Canaria ante la circunstancia que en esta legislatura no solo el presidente, sino la vicepresidenta del Gobierno sea tinerfeña. Asombroso. Fue el PSC-PSOE quien designó a Patricia Hernández, a través de un proceso de primarias, candidata presidencial para las elecciones de mayo. El PSOE, no CC, ni el PP, ni Podemos. ¿Por qué esto debe significar un baldón para Gran Canaria? Los socialistas o los conservadores, ¿están obligados a proponer candidatos grancanarios si el de CC es tinerfeño? ¿Y ese entrañable leyenda según la que en Gran Canaria no cuaja -se supone que por la indescriptible nobleza ideológica de sus naturales- un partido insularista y así no han podido defenderse de los malvados insularistas de las restantes islas? Una leyenda, en efecto, porque en Gran Canaria también han surgido partidos insularistas, el penúltimo de los cuales se llama NC y está liderado por Román Rodríguez, exicánico y excoalicionero, aunque el expresidente del Gobierno haya intentado con escaso éxito alcanzar acuerdos electorales fuera de su isla para enmascarar la naturaleza isloteñista de su proyecto.

José Alemán apunta algo perturbador en Gran Canaria y que define como un "creciente pasotismo" que registra entre los grancanarios hacia la comunidad autonómica. Como si Gran Canaria se estuviera catalanizando en el contexto de la región: el regreso al insularismo como afán de hegemonía o entelequia de desconexión. Y eso es un disparate. Si Canarias debe cambiar, la fuerza y la creatividad de Gran Canaria es indispensable. Y Gran Canaria, por supuesto, no puede cambiar y progresar encerrada en la retorta de la incredulidad o la indiferencia. Los problemas de la sociedad grancanaria son idénticos a los de la tinerfeña: desde el mortífero desempleo hasta el muy bajo gasto social per capita, desde nuestro fracaso escolar hasta la inaudita concentración de la renta y la ruinosa desigualdad social, desde nuestra inserción en la economía globalizada hasta la degradación de nuestras ciudades, desde la corrupción hasta las excesivas insuficiencias de nuestro periodismo. Si distraídos por viejas banderas y verborreas no se unen fuerzas para exigir los cambios imprescindibles en las instituciones públicas y rechazar el cortoplacismo rentista y antirreformista de las élites del poder este país (y no solo el régimen autonómico) está perdido.