El pasado 19 de octubre tuvieron lugar las elecciones generales en Canadá. El Partido Liberal obtuvo mayoría absoluta. Su líder y nuevo primer ministro, Justin Trudeau, es hijo de Pierre Trudeau, el que fuera primer ministro de Canadá durante muchos años. Pierre Trudeau siempre lideró la idea de una nación unida por un gobierno central fuerte. Natural de Montreal, provincia de Quebec, impulsó la Carta Canadiense de los Derechos y las Libertades que establece la igualdad de derechos, por la que todos los ciudadanos tienen derecho a la protección y beneficio de la ley sin discriminación alguna por origen, color, raza, sexo, edad o discapacidad mental o física. Esta Carta incluye la libertad de expresión y de prensa, que deberá interpretarse de forma consistente con la preservación del patrimonio multicultural de los canadienses. Trudeau luchó contra el soberanismo e independentismo del Bloque Quebequés, un partido que quería la escisión de Quebec del resto del país, algo que casi estuvo a punto de suceder por la ineptitud de los ministros que le sucedieron.

A finales de la década de 1980, Canadá tuvo la mala suerte de tener a un inepto como primer ministro que tuvo la "brillante" idea de embarcar a Canadá en un proceso de revisión constitucional para "encajar" a Quebec. Quería reconocer a esa provincia como una "sociedad distinta" (¿les recuerda a cierto candidato que pretende presidir el próximo Gobierno de España?) Como pasó con el famoso Estatuto de Cataluña, le salió mal y los nacionalistas canadienses la montaron parda. En 1995 casi se salen con la suya y rompen el país. Poca gente sabe que no fue solo el referéndum lo que hizo fracasar la ruptura. Alarmado por la ineptitud de los políticos de entonces, Trudeau salió de su retiro político en 1987 y escribió un artículo antológico en el que sin tapujos hablaba de acuerdos políticos traicioneros y decía a sus conciudadanos que la chulería diferencial de una sociedad distinta dentro del país significaba el fin de Canadá. He aprovechado la oportunidad de sintetizar y parafrasear ese discurso en el contexto actual de España donde varios partidos políticos catalanes están decididos a asestar un golpe contra nuestro Estado democrático.

La verdadera pregunta que hay que hacer es si los españoles catalanes que viven en Cataluña necesitan un gobierno autónomo con más poderes que otras CC AA. Es un insulto decir que sí. La nueva generación de empresarios, científicos, escritores y artistas catalanes de todo tipo no tienen ningún complejo de inferioridad porque las verdaderas oportunidades de futuro se extienden más allá de Cataluña; en realidad se extienden más allá de las fronteras de España. Desgraciadamente, uno hubiera creído que quienes se implicaban en política en Cataluña habrían aprendido alguna lección de la Historia de los últimos cien años. ¿Cómo podrían 17 presidentes autonómicos y el presidente del Gobierno de España acordar considerando a Cataluña como una "sociedad diferenciada"? Solo si todos, cada uno a su manera, pueden sacar alguna ventaja política para sí, sin importarles el futuro de los "objetivos nacionales". Quienes lucharon por una España multicultural pueden despedirse de su sueño. Los separatistas catalanes están decididos a aprobar leyes destinadas a promover la singularidad de Cataluña, excluyendo y sometiendo a los que no piensan como ellos. Es fácil ver las consecuencias para la convivencia, la política exterior, la educación, la economía, la sanidad, la política energética, la legislación social y demás. Quienes nunca quisieron una Carta de Derechos enraizada en la Constitución pueden cantar victoria. A aquellos españoles que deseaban una Constitución que fuese un nuevo comienzo para España, donde todos estuviesen en igualdad y la ciudadanía se fundamentara en un conjunto de valores comunes y compartidos, no les quedan más que lágrimas.

La reforma federal de la Constitución, que nadie reclama pero que promete el candidato socialista si gana las próximas elecciones para "encajar" a Cataluña, permitirá al resto de CC AA iniciar la balcanización de las lenguas, las culturas y los servicios sociales. ¡Qué oscuro día será para España si el 20 de diciembre ganara el Partido Socialista las elecciones generales! Presiento que el próximo presidente de un gobierno socialista en España no será el señor Sánchez, un clon del señor Rodríguez. Un partido descontrolado con un comportamiento dispar en cada una de las regiones españolas y que es capaz de pactar con radicales y antisistema con tal de gobernar, debilitará nuestra Constitución y se someterá a las exigencias de las CC AA. Todas querrán un "estatus especial" y dejaran de jugar al toma y daca entre iguales. Y todo bajo el pretexto de "permitir a Cataluña participar plenamente en la evolución constitucional de España". ¡Cómo si Cataluña no hubiese participado, desde el principio, en la evolución constitucional de España!

El historiador Jordi Canal dice en su libro Historia Mínima de Cataluña que el desenlace de la guerra de Sucesión en 1714 no trató ni del fin de la nación catalana ni de la supresión de un sistema democrático. Las cosas no sucedieron como cuentan los nacionalistas catalanes que tienen encandilados a sus votantes con el foco de la linterna borra-memoria de los Men in Black. Nunca hubo una nación catalana. Hacer pasar las instituciones catalanas del siglo XVIII por democráticas para decir que fueron suprimidas por una España autoritaria y centralista es una impresentable mentira histórica. Más de siete veces ha intentado Cataluña "repatriar" nuestras Constituciones desde la primera en 1812 para acordar una fórmula que le permitiera tener un estatus especial o una asociación soberana. Pero los políticos nacionalistas catalanes, perdedores perpetuos y resentidos, nunca se contentaron con las enmiendas. Aprovechando la inestabilidad de los gobiernos de la Segunda República declararon de forma unilateral la República de Cataluña en 1934, el detonante que llevó a España a la guerra civil de 1936. Los nacionalistas catalanes traicionaron a los españoles entonces y lo han vuelto a hacer de nuevo. Si el Gobierno de España y las instituciones que velan por el cumplimiento de la Constitución no tienen el coraje de parar el desafío rupturista de los nacionalistas catalanes, el Estado español quedará impotente. Como decía Trudeau, dada la dinámica del poder, esto nos abocará a terminar siendo gobernados por eunucos. Buen día y hasta luego.