Los experimentos no se han de hacer con dinamita sino con gaseosa. Las generaciones nacidas después de la guerra y hasta el 65, 70, hemos sido conscientes del sacrificio que habían pasado nuestros padres y abuelos y hemos aprendido adaptándonos a los cambios tecnológicos y sociales más bruscos surgidos hasta nuestros días. Posiblemente nuestra juventud sea la más preparada, pero quizá le falte la consciencia del sacrificio de sus antecesores, dejándose llevar por impulsos de mensajes que les inyectan en vena, siempre con beneficio propio, como puede ser el secesionismo u otros partidos salvadores del planeta, contándoles una historia no vivida, tratándola de retroceder en el tiempo sembrando odio y rencores en una sociedad en la cual estas cuestiones ya no tienen cabida. Debemos mirar al futuro con esperanza para poder afrontarlo con realismo. A pesar de la difícil situación actual, hay que tener en cuenta que somos uno de los países más privilegiados del mundo y sería muy peligroso jugarnos la paz, la unidad de España, el respeto y el bienestar social del que aún disponemos y que solo valoraríamos en su justa medida si tuviésemos la desgracia de perderlo y no poder recuperarlo.