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Cartas a Gregorio

Manuel Ojeda

La hora de los borregos

Querido amigo, el otro día me fui a ver a Paco a su casa que, como sabes y por mor de la bendita gripe, ha estado bastante pachucho últimamente. Pero ya se encuentra mejor.

En el salón de su casa tiene un espléndido reloj antiguo, de esos de péndulo que resuenan por toda la casa. Es precioso y funciona perfectamente, pero yo no creo que pudiera soportar ese tic-tac día y noche, aunque Paco dice que, cuando te acostumbras, ya ni lo oyes.

Mientras contemplaba aquella joya de la ingeniería, me di cuenta de que marcaba una hora más, y le dije: "Paco, te has olvidado de retrasar el reloj al horario de invierno..."

"Que va", me contestó, "Yo no cambio la hora ni en verano ni en invierno. Mi hora es la de siempre y no voy a adelantar ni retrasar mi reloj solo porque esos toletes de las eléctricas digan que se ahorra en el consumo. ¿A qué carajo de ahorro se refieren...?, porque yo gasto menos luz que antes y pago ahora mucho más..."

Tiene razón Paco y, por otra parte, qué tendrá que ver eso de la hora para nosotros.

A nuestra edad, queremos seguir levantándonos cuando canta el gallo y acostarnos cuando el sol se pone, como hemos hecho siempre.

Soy de los que les gusta contemplar el sol en verano cuando amanece y ver cómo, poco a poco, se va recogiendo más temprano a medida que llega el invierno. Eso es lo que nos hace diferenciar las estaciones.

Pero los políticos lo manipulan todo a su antojo, y hasta pretenden que el sol y la luna parezcan lo que no son, y que, como ellos, también nos engañen con falsas apariencias. La hora es la que es, y el sol sale cuando y por donde tiene que salir.

Ahora, y con esto de la campaña de las elecciones generales, el Gobierno se empeña en decirnos que todo va bien porque España crece más que todos los países europeos. Pues claro que sí: un enano que crece un centímetro habrá crecido mucho más proporcionalmente que un gigante que crezca cinco centímetros.

Pero eso es, precisamente, en lo que nos hemos convertido económicamente, en los enanos de la economía europea. Lo malo es que este es solo el comienzo pero, imagínate que ahora se les ocurre decidir que el reloj vaya más despacio para que la hora dure un diez por ciento más. Total, a nadie le debería importar trabajar más si llega a casa a la misma hora.

No sé si te habrás percatado de que la jornada laboral en España es de ocho horas al día y cuarenta horas a la semana, pero el año tiene cincuenta y dos semanas.

Si cobras mensualmente, hay cuatro semanas más en el año que nadie te paga, o sea, que estamos trabajando gratis un mes al año.

Que poca vergüenza, Gregorio. Por eso en Inglaterra el sueldo se paga cada semana, y no una vez al mes.

Creo que de ahora en adelante, en mi casa -que es donde me acuesto y me levanto- no se va a volver a cambiar el horario en todo el año. Que lo cambien ellos si quieren, pero yo no pienso seguirles detrás como un borrego.

Que seas feliz, amigo, y hasta el martes que viene.

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