La prueba de la arterioesclerosis en que habían caído los grandes equipos del antiguo bipartidismo imperfecto, el Partido Popular (PP) de Mariano Rajoy y Partido Socialista Obrero Español (PSOE) de Pedro Sánchez, es la aparición a modo de circulación extracorpórea de los nuevos, por los que en el fondo circula la misma sangre, de centroderecha y de centroizquierda. De hecho si los viejos partidos hubieran evitado el estrechamiento vascular y purgado a tiempo los agentes tóxicos, los nuevos no habrían llegado a aparecer, pues sus fluidos de cambio habrían renovado los viejos.
Ahora bien, lo ocurrido demuestra la enorme estabilidad de la base electoral española, sobre la que descansa el sistema político, y que hace que este pueda autorrepararse, absorbiendo el devastador impacto social de la crisis. O sea, que los partidarios de que todo siga más o menos igual y los partidarios del caos redentor me parece que lo tienen igual de duro, y cuanto antes se hagan a la idea mejor.