Una de mis funciones como responsable del grupo mayoritario de la Corporación Municipal, ahora en la oposición, es controlar las actuaciones del grupo de gobierno, llamado tripartito, al formarse por la suma de los concejales de tres grupos políticos minoritarios. En esas funciones de control vengo siguiendo cual es el patrón en la conducta del Alcalde y del grupo de concejales que le siguen, sobre todo de aquellos que tienen algún protagonismo, es decir, de los que están, pues es sabido que hay un grupo de concejales que está ausente en cuerpo, otro en alma, y un tercero cuya ausencia es completa.

Lo cierto es que superados por los acontecimientos, encandilados por la luz cegadora del poder inesperado u obsesionados por no evidenciar fisuras entre los miembros del gobierno, el tripartito avanza sorteando la gestión cotidiana de los problemas municipales dejando una estela de incumplimientos, decepción e incoherencia: las asociaciones de vecinos y otros colectivos se desesperan porque los concejales no los atienden. Los empresarios y comerciantes se desaniman porque sus iniciativas no tienen respuestas. Las quejas y denuncias se enredan en la maraña de competencias, reinos de taifas y descoordinación de los distintos concejales: "Esto no es de mi competencia, pertenece a este o a aquel servicio" es la respuesta más frecuente que escuchan las personas que acuden diariamente a las oficinas municipales. "El concejal solo viene una vez por semana", contestan con disimulada decepción los funcionarios de las concejalías de distrito. El último ejemplo lo hemos visto en la gestión de las obras en las calles de Tafira y la denuncia de sus vecinos.

Siendo graves los rasgos que definen el balance de estos meses de gobierno municipal me quedo, sin duda, con uno que es el más preocupante: la facilidad con la que han abandonado sus principios, al menos los proclamados, la incoherencia entre lo que dicen y hacen, o lo que es aún más sofisticado, decir al mismo tiempo una cosa y la contraria y sin ruborizarse, creer que dicen la verdad. La hemeroteca es fiel guardián para acreditar lo que afirmo.

La lectura de un artículo de Arcadi Espada sobre Cataluña me llevó a conocer el ensayo de Robert Trivers La insensatez de los necios. En este trabajo, el autor hace un recorrido sobre las variantes del engaño desde las individuales a las colectivas, deteniéndose en la figura del autoengaño que, según Trivers, es la más auténtica de las mentiras, o en otras palabras, autoengañarse es el modo más eficaz de mentir pues es la forma más difícil de ser descubiertos. En el último Pleno de la Corporación Municipal tuvimos ocasión de conocer la posición del gobierno municipal en tres asuntos de actualidad: Tafira, IBI y Emalsa. Y en los tres se dio un común denominador: la utilización del engaño como herramienta para debatir o justificar la posición. Los vecinos de Tafira afirman que han sido engañados por el concejal Doreste, quien se comprometió en asamblea vecinal, y les garantizó, que los eucaliptos serían trasladados de las nuevas aceras, en las obras de reurbanización de las calles del pueblo.

Posteriormente, en la explicación del ocultado catastrazo, no hubo réplica creíble a los hechos acreditados como una conducta continuada de opacidad y engaños. Y como corolario de la sesión, llegamos a Emalsa y el rechazo a nuestra propuesta en la que solicitábamos se diera traslado de la intervención y sus conclusiones al órgano de contratación.

Y aquí tiene lugar un salto cualitativo importante en la conducta del tripartito que supera la órbita del debate político para adentrarse en la más que probable asunción de responsabilidades: justificar su negativa con un dictamen jurídico de encargo, que lejos de eximir aquellas, las agrava, aunque ellos aún no lo sepan. ¿Y por qué no lo saben? cabría preguntarse. Porque sencillamente están instalados en el autoengaño. Y aquí es donde toma significado el ensayo de Trivers, lo que coloquialmente conocemos como hacernos trampas al solitario. La diferencia es que en este "juego" no están solos y sus decisiones tienen graves consecuencias. Con el rechazo de nuestra propuesta piensan que ganaron porque aplicaron la mayoría pero en realidad perdieron porque se apartaron del cumplimiento del deber.

Escribió hace algunos años la filósofa alemana Hannah Arendt en su libro Crisis de la República, a propósito del autoengaño: "En el reino de la política, en donde el secreto y el engaño deliberado han desempeñado un papel muy significativo, el autoengaño es el peligro por excelencia; el engañador autoengañado pierde todo contacto no solo con su público sino con el mundo real..."

En mi intervención en el Pleno para presentar la iniciativa que comento, manifesté que cumplíamos con nuestra obligación al defender el interés municipal en tan grave y complejo asunto pero también añadí que el actual gobierno municipal traspasaba una delicada línea roja de responsabilidad al desoír nuestra petición. Responsabilidad, presente y futura, que tiempo habrá para precisarla y exigirla pero que, sin duda, supone un antes y un después en el devenir de las relaciones contractuales entre el Ayuntamiento y Emalsa así como en sus consecuencias económicas y jurídicas. "Quien por su propia decisión asume una situación debe asumir las consecuencias" ha reiterado nuestro Tribunal Supremo para explicar la ignorancia deliberada, que bien mirado es una forma de autoengaño. Para evadirse de aquélla no habrá dictamen de catedrático que valga.

(*) Portavoz del Partido Popular en el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria