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Crónicas galantes

Hay que hablar con los ricos

Se suponía que la función de cualquier gobierno es acabar con la pobreza, hasta que Izquierda Unida y su candidato a presidente, Alberto Garzón, han venido a revolucionar este antiguo concepto. La idea consistiría más bien en acabar con los ricos: y para ello el joven Garzón propone un sueldo máximo de 6.500 euros mensuales que ningún trabajador español podrá superar por ley.

Dados los bajos salarios existentes en España, la medida afectaría como mucho a los eurodiputados, a los futbolistas y a algunos altos ejecutivos de empresas; pero lo que importa es el fondo de la cuestión. Se trata de una disposición de carácter preventivo. Los redactores del programa de Izquierda Unida quieren evitar que la gente cobre demasiado, no vaya a ser que luego se envicie o, lo que es peor, se haga rica y pierda conciencia de clase.

Hay que ver qué manía tienen algunos con los ricos. Y qué extraña es su manera de medirlos.

Puesto a cifrar en un límite la riqueza, el partido de Garzón lo ha situado en esos 6.500 euros mensuales que equivalen a multiplicar por diez el salario mínimo interprofesional. No queda claro si el sueldo sería bruto o neto, aunque dada la sutileza de la propuesta es de suponer que sus autores estén hablando en bruto. La cantidad resultante sería de unos cinco mil y pico euros, nivel a partir del cual un trabajador ya corre riesgo de convertirse en un puerco capitalista.

Se mire como se mire, el cálculo parece un tanto extravagante. La experiencia sugiere que, en realidad, nadie se ha hecho rico con un mero sueldo de trabajador por cuenta ajena.

Cuanto más gane un asalariado, mayor será el mordisco que Hacienda le dé a su nómina, que bien podría reducirse a poco más de la mitad en los casos más extremos. Salvada, cierto es, la excepción de unos pocos ejecutivos de multinacionales que en realidad cobran el grueso de su retribución en bonus, planes privados de jubilación y otros conceptos que escaparían a la regla del sueldo máximo.

Los ricos como Dios y Adam Smith mandan no están sujetos a la tiranía de un sueldo, por copioso que sea. La sencilla razón es que si uno trabaja está malgastando un tiempo precioso que podría emplear en hacerse millonario: ya sea por el método tradicional de montar una empresa, ya por la especulación, ya por el cobro de comisiones a cambio de la adjudicación de obras públicas. Lo explicaba así cierto acaudalado magnate: "Cuantas más horas madrugas y trabajas, menos tiempo te queda para dedicarlo a ganar dinero".

Por eso extraña un poco que Izquierda Unida quiera acabar con los ricos -en lugar de hacerlo con los pobres- sin más que poner en 6.500 el listón del sueldo a percibir, como mucho, por los asalariados. La medida parece atender al mismo principio que ha informado las sucesivas leyes de educación, que en España tienden a igualar a los rapaces usando como referencia al más torpe del aula. Un empeño coronado por el éxito, a juzgar por los desoladores datos del Informe Pisa.

Mucho es de temer que el resultado fuese el mismo en el caso de la imaginativa propuesta salarial de IU, si Garzón llegase al Gobierno con la idea de que son los ricos quienes tienen la culpa de que haya pobres. Y la no menos extraordinaria de que uno se hace rico con un sueldo. "Falta finura" en la política española: ya lo dijo Andreotti.

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