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Con otra cara

La pena de no ser friki

Las pasiones resultan sorprendentes. A veces me meto con uno de mis hijos al que le fascinan los videojuegos, o con una amiga fan incondicional de Michael Jackson y que aún no se ha recuperado de su muerte. Quizá por eso me sorprenden casos como el de Daniel Fleetwood, que ha saltado estos días a la palestra porque ha logrado cumplir su deseo de ver la última película de la Guerra de las Galaxias antes de morir. Se trata de un joven de 32 años al que en julio le dieron dos meses de vida debido a un cáncer fulminante. Su pasión por la saga de Star Wars es tal que su mujer no dudó en mover cielo y tierra para lograr que su marido pudiera ver la película antes del estreno temiendo que en diciembre, cuando llegue a los cines, ya haya fallecido. El caso es que, tras una campaña de apoyo en la que incluso han participado actores de la saga animando al enfermo bajo el eslogan "Que la fuerza te acompañe", Daniel pudo el jueves presenciar en su propia casa la versión, sin editar, eso sí, de El despertar de la fuerza, como se llama esta séptima entrega de la que, por supuesto, el matrimonio no puede revelar nada. La historia de este joven no es única. Todos hemos visto a niños enfermos junto a jugadores de fútbol, a adolescentes junto a cantantes de moda cumpliendo un último deseo, e incluso a otro hombre que, en 2013 y pocos días antes de morir, consiguió ver Star Trek. En la oscuridad antes de su lanzamiento por obra y gracia de J.J. Abrams, el mismo director que ha concedido su deseo a Fleetwood. La emoción con la que esta pareja ha acogido el favor de la productora, con su esposa deshaciéndose en agradecimientos, constata lo importante que para su marido era cumplir este deseo. Simplemente ver una película.

Intento ponerme en su lugar e imaginarme qué pediría yo en una circunstancia similar y soy incapaz de visualizar algo que me hiciera feliz en esa situación. Supongo que hay que vivir algo así para entenderlo y ser realmente seguidor de algo o de alguien, uno de esos fans o de esos frikis tan denostados capaces de hacer cola durante tres días para ver un partido de fútbol, una película del espacio o un concierto de Justin Bieber. En mi caso, tal vez un viaje estaría bien, pero ¿tanto como para movilizar a media humanidad por volver a Venecia? También me gustaría conocer a este Papa, o cenar con George Clooney, pero, ¿como último deseo? No sé. Quizá deba dejar de meterme con mi hijo y con mi amiga y empezar a admirar a esa gente que hasta en sus últimos días es capaz de emocionarse por lo que les gusta. Tal vez lo que sí sea una pena es no ser capaz de apasionarse por nada hasta ese punto.

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