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Papel vegetal

Helmut Schmidt, un hombre de principios

El canciller Helmut Schmidt, que acaba de fallecer cerca de cumplir los 97 años, fue siempre un hombre de principios.

Sin el carisma y la calidez humana de su predecesor y correligionario, Willy Brandt, Schmidt fue sobre todo un pragmático como demostró cuando las gravísimas inundaciones de Hamburgo de 1962.

Responsable del Interior y, sobrepasándose en sus atribuciones, tomó entonces la decisión valiente de recurrir al Ejército, lo que le permitió salvar numerosas vidas.

De entonces le vino su fama de "hacedor" y "gestor de crisis", algo que volvió a demostrar años más tarde cuando, ya canciller, tuvo que hacer frente en 1977 al secuestro por miembros del Frente Popular para la Liberación de Palestina en coordinación con la Fracción del Ejército Rojo de un avión de Lufthansa y el casi paralelo del presidente de la patronal alemana, Hanns Martin Schleyer por el mismo grupo terrorista alemán.

En el primer caso, envió a Mogadiscio a un comando especial antiterrorista, que logró liberar a todos los rehenes atrapados en el avión y matar a tres terroristas, pero en el segundo, su negativa a ceder al chantaje de los secuestradores resultó en el asesinato del empresario.

A raíz del desenlace del secuestro del avión se produjo otro dramático suceso que conmovió al país: el suicidio en la cárcel de tres conocidos dirigentes del grupo terrorista que había intentado mantener en jaque al Estado alemán.

Convencido atlantista, una de las decisiones de Helmut Schmidt que más polémica levantó en la izquierda de su propio partido socialdemócrata y que dio alas sobre todo al movimiento ecopacifista fue la de permitir la instalación en territorio alemán de varios centenares de misiles nucleares estadounidenses- Pershing II y de crucero-, como respuesta a los SS-20 soviéticos, algo conocido como la "doble decisión de la OTAN".

No tuvo suerte Schmidt, sin embargo, con la economía porque en sus años de gobierno se produjo una profunda recesión y se triplicó el desempleo en coincidencia con la llamada crisis del petróleo y la crisis económica mundial.

En el plano económico, a él y a su amigo, el presidente francés Valéry Giscard d´Estaing se debe la creación del Sistema Monetario Europeo, predecesor del euro.

Schmidt inspiraba sobre todo respeto, que se transformó incluso en admiración después de que perdiese el poder, abandonado por los liberaldemócratas, que decidieron coaligarse con la CDU de Helmut Kohl.

Un tanto arrogante, convencido de su valía intelectual, Schmidt se ganó ya en el "Bundestag" (Parlamento) el mote de Schnauze (bocazas). Y de mi etapa de corresponsal en Bonn, recuerdo que el dirigente socialdemócrata nos proporcionaba a los periodistas siempre excelentes titulares. Algo que perdimos cuando le sustituyó el prolijo y aburrido Kohl.

A diferencia de algunos de sus correligionarios, y no sólo alemanes, el socialdemócrata Helmut Schmidt no sucumbió nunca al afán de lucro. Tras retirarse, siguió viviendo en la misma casa de su querido Hamburgo con su esposa Loki, a la que acompañó durante 68 años hasta la muerte de ésta en 2010.

Y habría que destacar además su continuado interés por la política y la economía mundial, además de por el periodismo como editor del prestigioso semanario "Die Zeit", al que ese fumador empedernido acompañó hasta el final de sus días con sus lúcidos análisis, impregnados de un profundo europeísmo.

Schmidt no se privó últimamente de criticar a la canciller Angela Merkel a la vez que abogó por la condenación parcial de la deuda contraída por Grecia, que consideraba impagable, y por un programa europeo de inversiones como única forma de crear empleo.

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