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Opinión

Luchar contra un fantasma

"Contra quién luchamos? Luchamos contra un fantasma". Esta reflexión se hacía Ramón Lobo tras el atentado del pasado viernes en París. Lobo, curtido en mil batallas como enviado especial a los distintos conflictos bélicos que han tenido lugar en los últimos veinte años en el planeta, corresponsal de guerra en las contiendas que han enfrentado a etnias, religiones y pueblos de Europa en las últimas décadas, que conoce in situ las mil hostilidades provocadas en Siria, Iraq, Afganistán, en diferentes territorios africanos, asiáticos y americanos, señala que es muy difícil, que no ubica al enemigo. No es visible.

En Francia hay más de 4.000 residentes considerados islamistas radicales, "yihadistas" según su terminología, casi 1.500 más o menos vigilados por las fuerzas de seguridad pero el Gobierno reconoce que no puede controlar a tal cantidad. Un tercio de ellos ya estuvieron en territorio del "Estado Islámico".

El problema radica, además, en que no todo el mundo tiene la misma radicalidad, el mismo talante, igual agresividad, igual firmeza en sus convicciones. A raíz del atentado contra el semanario satírico Charlie Hebdo hace diez meses en París hubo muchos jóvenes, nacidos en Francia, muchos de ellos hijos de padres nacidos también en territorio francés, que no se identificaron con el lema "Yo soy Charlie". Es decir, no se sintieron víctimas del doble y brutal, terrible atentado que acabó con la vida de 17 personas el pasado mes de enero.

Nacieron, crecieron y viven en las grandes ciudades de Francia pero no se integran en su sociedad civil, dejan los estudios pero no trabajan o lo hacen en labores mal pagadas y que no quieren quienes lucen apellidos galos.

Su alejamiento es totalmente previsible, lo que les inclina a posiciones marginales aprovechadas por los fundamentalistas. Los más idealistas son captados en su mayoría. Su radicalización es cuestión de más o menos tiempo. Lo mismo ocurre en otros países europeos.

El "calentamiento" mental va en aumento con su situación social, unos trabajos basura, una precaria educación, una falta de metas, una diversión desinhibida, compañeros en su misma situación que no ven una salida. Lo demás viene rodado? hasta llegar a viajar a territorios ocupados por el fundamentalismo islámico. Si vuelven normalmente lo hacen más radicalizados y se convierten en presuntos terroristas en espera de acción, son los denominados "durmientes". O en otros casos en nuevos captadores u organizadores. Y así forman un ejército sin base, sin cuartel, sin uniforme, sin desfiles, invisible. Diríamos un ejército de zombis, por compararlo con una terminología de moda.

Por eso habla el experto de fantasma. Es difícil luchar contra alguien que no se ve. Defenderse con los ojos cerrados de algo cuyas armas desconocemos, que surge por sorpresa. Puede uno prepararse, estar en guardia pero desconoce el momento, el lugar, la identidad del atacante.

Alguien hizo hace tiempo una comparación con la guerrilla, pero el terrorismo no tiene nada que ver con lo que "inventaron" los españoles cuando los franceses ocuparon España hace dos siglos, ni siquiera con los combatientes vietcong de la guerra de Vietnam.

Los "durmientes" han sido entrenados con una tecnología sofisticada, estrategia controlada on line, no tienen distintivo que los delate entre la gente y no necesitan camuflaje. Ni siquiera "sábana" o sombre. Solamente el radicalismo estricto de su fundamentalismo puede delatar al fantasma.

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