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Javier Durán

Desviaciones

Javier Durán

De nuevo los sonámbulos

Ya estamos acostumbrados a que tras uno o centenares de asesinatos en nombre de Alá se monte un circo que pone en evidencia nuestra nimiedad frente a los grandes affaires: petróleo, narcotráfico, jeques que juegan al ajedrez con sus petrodólares, colonialismo de materias primas, gobiernos peleles, tráfico de armas, intereses patrioteros, ingeniería financiera... Una globalización de la rapiña (¿para qué cambiar las reglas del juego?) que acaba por llenar nuestras calles de sangre inocente, y que nos lleva a preguntarnos en voz alta sobre si los jefes de Estados que cortan el bacalao hacen lo suficiente para evitar los tiros a quemarropa en el Bataclan de París. Es verdad que está en riesgo un modelo de civilización bajo la amenaza del Estado Islámico, pero metamos también en la crisis la incapacidad del orbe de la tolerancia para ofrecer soluciones. Esto es una guerra, pero no es un ejercicio bélico a la manera del que sacudió al mundo en 1914 y en 1939. No es un enfrentamiento entre generales que extienden los mapas y colocan sus banderitas. No, se trata de un viento descomunal cuyas ramificaciones están asentadas en los barrios periféricos de las capitales europeas, y que empiezan a germinar (incluido España) entre jóvenes ajenos a las geografías y a los idearios del islamismo por formación cultural, pero que encuentran allí su razón de ser al verse machacados por el orden económico.

La envergadura del escenario expulsa la materia de los estados mayores de los ejércitos, y les obliga a compartir protagonismo con los servicios de inteligencia, con una cada vez más maltrecha diplomacia, con los expertos sociales, con las fuentes más tolerantes de los ámbitos donde se retroalimenta la violencia del ISIS y con un esfuerzo financiero sin precedentes para frenar comportamientos culturales de sello medieval. La religión, sea la que sea, no puede convertirse en un látigo contra la libertad de los pueblos, y mucho menos ser la justificación para impartir el terror. Tras el horror de París, por tanto, la vacuidad con la que los líderes europeos abordan un precipitado terrorista que desconcierta al viejo continente: tres grupos de yihadistas sin entrañas se hacen con la noche de París, ponen hasta en peligro la vida del presidente Hollande, se adentran sin obstáculos en la oscuridad de los bulevares, disparan a quemarropa, se llevan por delante 129 vidas (sin que el recuento aún sea definitivo), provocan heridas en 352 personas (99 de ellas muy graves),...

Y lo único que sobresale es que la guerra contra el terrorismo yihadista sube un grado más en el termómetro, como si esto fuese una salida de tanques cualquiera o la invasión a un terruño sin futuro ni cultivo alguno. Los europeos nos merecemos algo más que esta retórica inútil de comandantes de fuerzas armadas sumidos en la sorpresa, con las pistolas en reposo y con los ojos como platos al ver con quién se juegan los cuartos, que no son tales sino las vidas de cientos y cientos de pobres ciudadanos. Embargados en la preocupación por la incompetencia de la clase política, los súbditos de la democracia reclaman no llamadas somnolientas a la venganza, sino una perspectiva de futuro, un plan contra una amenaza real. A Europa, y ya es la tercera o cuarta vez, le han faltado los arrestos para proclamar ante los asesinos de la yihad la unidad necesaria y para poner en marcha todos los medios disponibles de carácter solidario dada la agresión a Francia. Está muy bien ponerse de luto y asistir a los funerales de Estado, estar en la exequias del vecino, pero ello no es suficiente para tantos y tantos ciudadanos indefensos. A Merkel hay que exigirle un programa de actuaciones antiterroristas que tenga el mismo ímpetu que sus recetas a favor de la austeridad. No esperamos una nueva guerra, no, lo único deseable es saber qué papel debemos interpretar para atajar esta hecatombe que se mueve sigilosa por las calles de la libertad.

Penosa, sin lugar a dudas, la propuesta de un frente antiyihadista de Rajoy. ¿Quién no está hoy contra estos sátrapas? ¿Para qué sirve tal movimiento? En las guerras, en las dos mundiales que hemos tenido, muy pocos se enteraron de lo que estaba a punto de estallar, incluso Christopher Clark se permite el lujo de catapultar como "sonámbulos" a los protagonistas políticos de la Primera. Y para la carcajada lo de Pedro Sánchez: si derrotamos a ETA, podemos con los otros. No se puede ser más ingenuo.

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