La masacre ocurrida en París, llevada a cabo por una minoría adoctrinada y terrorista, ha sobrecogido a todos, y puede ocurrir en cualquier lugar. Pensemos, por un momento, que hubiera sucedido en Barcelona, y una vez que Cataluña se hubiera independizado del resto de España por la imposición de una minoría adoctrinada y secesionista. Antes de ese ataque terrorista, los catalanes ya estarían sufriendo las consecuencias de la separación por carecer Cataluña de una infraestructura industrial y económica mínimas para su autosuficiencia. Nada podría hacer nadie para ayudarles en esta descerebrada desconexión que divide y debilita la fuerza que existía. Pero, si hubieran padecido la invasión yihadista como la ocurrida en París, todo el mundo, empezando por España, les habría ofrecido ya toda la solidaridad y ayuda necesarias; para esto, nada tiene que ver que estén dentro o fuera de España. La minoría independentista catalana (que piensa, por error, que Cataluña recibe un peor trato de los políticos y gobernantes españoles) puede tener la seguridad de que no estarían solos, como tampoco lo están hoy en París: nos tendrían a su lado y todos nos sentiríamos catalanes, como hoy nos sentimos todos franceses. Fuera del radicalismo enfermizo y excluyente hay sentimientos que no cambian nunca.