Acabo de perder a un ser querido, tras poco más de un año ingresado en la residencia pública de mayores Tarazona, ubicada en La Atalaya de Guía. Su estancia allí me ha servido, como a otras muchas familias en casos parecidos, para constatar la eficiente ejemplaridad de un centro público gestionado de modo profesional y humano por el conjunto de su personal, pese a sus limitados recursos y haber sido víctima de recortes como tantos otros. La entrega y dedicación de los agentes sociales a su tarea con nuestros mayores merecen hoy por mi parte un reconocimiento máximo. Pueden existir opiniones divergentes al respecto, que son comprensibles en una actividad multidisciplinar y complicada como la aludida. De existir tales divergencias cabe considerarlas igualmente respetables y no anulan la opinión que aquí se observa en términos laudatorios para el objetivo de este texto.

Sostenemos que los fallos o imperfecciones, que los hay como en toda labor humana, merecen la indulgencia en la medida que no son relevantes, ni atribuibles a la desidia de su colectivo laboral. Este es digno de nuestro elogio ecuánime en las figuras de su coordinadora Cecilia Viera, la enfermera Daura Molina, y la trabajadora social Cathaisa Pérez, como representantes significativas de todos los trabajadores y trabajadoras del centro Tarazona. No regatean esfuerzos para que los mayores se sientan integrados de verdad en una gran familia y no extrañen la ausencia de su hogar de toda la vida. No es fácil conseguirlo, pero lo intentan derrochando sonrisas y afecto con los internos, aparte de los conocimientos en su especialidad.

Además, con la apertura de un centro de día en el casco urbano de la ciudad guiense, meses atrás, la residencia Tarazona mejoró extraordinariamente aún más la atención a sus mayores al liberar espacios saturados por la presencia de aquellos beneficiarios, ahora trasladados.

Es de justicia reconocer también que el adecuado funcionamiento de esta residencia es el resultado de la intervención coordinada de tres administraciones, Gobierno regional, Cabildo de Gran Canaria y Ayuntamiento de Guía, cuyo municipio debe sentirse satisfecho y orgulloso de contar con un centro modélico de estas características. El Hospital de San Roque guiense, dicho sea de paso, tampoco le va a la zaga como referencia de prestación sanitaria para la comarca Norte, con otro personal excepcional de Enfermería, apoyándose en el Hospital Dr. Negrín cuando lo requiere la ocasión.

Al hacer balance de la experiencia de la que he sido testigo directo, debo confesar con enorme gratitud, finalmente, que el ser querido que acabo de perder vivió un año más con cierta calidad gracias en gran parte a los desvelos profesionales y a la humanidad de la residencia Tarazona y del Hospital San Roque de Guía, donde permaneció también ingresado unos meses.