La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Crónicas galantes

Entrevistas de autor

La tele, que tantas magias y asombros nos proporciona, acaba de inventar con gran éxito la entrevista de autor, en la que tan importante -o más- es el que hace las preguntas como el encargado de responderlas. Bertín Osborne, Risto Mejide y, sobre todo, Jordi Évole son, entre otros muchos, los artífices de este género que el público premia con cuantiosas audiencias.

Ninguno de ellos es periodista, detalle que, lejos de perjudicarles, juega a su favor en este peculiar formato. Mejor que cualquier plumífero convencional, los nuevos entrevistadores saben aplicar a su trabajo la dosis de espectáculo imprescindible en el show business de la televisión.

La clave consiste en invertir los tradicionales papeles, de manera que el protagonista sea el entrevistador y no el interpelado. Para ello han de crearse su propio personaje, que en el caso de Évole es el de un preguntón solo en apariencia ingenuo que juega al despiste con sus entrevistados hasta hacerles decir lo que normalmente no dirían.

Risto Mejide interpreta a su vez el papel de gacetillero impertinente, al modo del repórter Tribulete que en todas partes se mete, aunque esta técnica no le rinda tanto provecho como a Évole. El cantante Bertín Osborne, último en comparecer en esta plaza, recurre a la creación de ambientes íntimos y distendidos para que la charla fluya y, con ella, las confidencias seguramente impensables en otro contexto más formal.

Es toda una revolución, aunque no lo parezca. El arte de la entrevista en la tele lo había practicado ya con gran aseo estilístico Joaquín Soler Serrano en A fondo: un programa que sirve hoy de fondo documental para los historiadores. Por aquel plató de la pantalla en blanco y negro pasaron gentes tan principales como Salvador Dalí, Elia Kazan, Jorge Luis Borges, Bernardo Bertolucci, Julio Cortázar o Camilo José Cela, lo que acaso dé idea -y no buena- de la deriva que ha sufrido la televisión en España.

El protagonista era entonces el entrevistado, por obvias razones. Soler Serrano se limitaba a seguir el canon clásico del género, según el cual lo importante es aquello que diga el entrevistador y no el que hace las preguntas. Al periodista se le pedía una mínima documentación sobre la personalidad convocada al estudio para no meter la pata más de lo imprescindible. El resto corría por cuenta del ingenio que se les supone a ilustres en el ramo de las ciencias, el arte, el cine o las bellas letras.

La diferencia reside en que ahora los entrevistados son personajes de la política y del espectáculo -valga la redundancia- como Carmen Martínez Bordiú, Pablo Iglesias, Mariló Montero o Albert Rivera. El nivel decrece, como es natural; y tal vez eso explique el nacimiento este nuevo género de entrevista en la que el autor interesa más al público que la víctima de su interrogatorio. Puede que la interviú pierda en calidad si se la compara con una de Soler Serrano a Dalí; pero a cambio gana en audiencia, que es de lo que se trata.

Cuesta imaginar lo que pensaría Oriana Fallaci de estas desmañadas imitaciones del periodismo de autor en el que la italiana fue pionera. Para su fortuna, ni la tele ni los Parlamentos se habían convertido aún en sucedáneos del viejo circo.

Compartir el artículo

stats