La Provincia - Diario de Las Palmas

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La ciberesquina

Momentum tecnológico

Nada detiene el desarrollo digital. Nada puede con la expansión de la red. Los estadounidenses, por ejemplo, pasan más tiempo enganchados a la web que durmiendo (11 horas diarias en lo primero, siete en lo segundo). En el próximo 2016 gastaremos aún más horas güasapeando, dicen los expertos. De hecho, apuntan que las aplicaciones de mensajería instantánea continuarán creciendo a un ritmo mayor que las redes sociales de impacto general (Facebook, Twitter). En 2020 habrá 38.000 millones de cosas conectadas a la red, desde lavadoras a televisores, relojes o zapatillas deportivas. Y para 2050 algunos gurús hasta vaticinan que se podrá aprender un idioma cargando una app directamente en nuestro cerebro (o terminal biológico, según se mire).

Además, el smartphone se convertirá muy pronto en el sustituto de la cartera de toda la vida. El BBVA espera cinco millones de descargas de su aplicación Wallet durante el próximo año. Ya rozan el millón en este ejercicio. Otros bancos trabajan en herramientas similares, que permiten que usted pase el móvil por encima del datáfono para pagar. En 2020 las tiendas deberán tener estos cacharros adaptados a los dichosos teléfonos inteligentes. Quizás hasta el mendigo que le espera en la puerta del supermercado admita la limosna electrónica...

Los tecnólogos más entusiastas ya avanzaban todos estos cambios desde mucho antes. De hecho, los esperábamos a toda mecha, alentados por la Ciencia Ficción de los setenta. A los niños de aquellos años en el fondo les sorprende que los coches aún no vuelen ni que todavía haya una colonia humana en Marte. A otros, en cambio, les supera la celeridad con la que todo el aparato tecno-digital se ha complicado desde su tierna y analógica infancia hasta una madurez en la que uno se expone a likes, fotos de las vacaciones compartidas en línea y discografías completas en streaming.

¿Demasiado rápido? Eso no es nada con lo que ocurrirá en la próxima década, en la que la evolución exponencial del entorno virtual y su contingente de aparatos cambiará verdaderamente cada uno de los hábitos cotidianos. ¿Lo hará de forma socialmente responsable? ¿Se definirán usos, derechos, libertades y gestión masiva de datos de una forma que consolide el modo de vida del que presumimos? ¿Será un planeta más seguro? ¿O se dará paso a aquellas distopías setenteras en las que el hombre terminaba siendo esclavo de la tecnología y sus administradores? Eso es justo lo que se define hoy en el mundo. Lo que se ajusta a golpe de acontecimientos devastadores, entrega masiva y voluntarias de datos privados (perfiles sociales) y postureos públicos políticamente correctos. El progreso de la civilización se confronta con dos conceptos básicos: libertad y seguridad. Es ahora cuando se decide si podemos conciliar ambos y cómo. Y luego ya aprenderemos a hablar mandarín cargando un USB en el córtex.

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