La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

David Trueba, hace ya unos cuantos años, al poco de publicar Saber perder, advirtió que vivimos "en una época en la que el triunfo está sobrevalorado, incluso se mira como algo perfecto". Sobre esa novela, que cuenta las historias cruzadas de Sylvia -una adolescente que busca su sitio en el mundo-, Ariel -una estrella del fútbol sudamericano contratado por un equipo de Madrid y que busca fortuna en Europa-, Lorenzo -un desempleado al que su mujer acaba de abandonar- y Leandro -un abuelo putero-, hay una leyenda que multiplicó su impacto. Se comenta que Pep Guardiola impuso su lectura a los jugadores del Barça al asumir el cargo de entrenador del conjunto azulgrana con un objetivo claro: admitir la derrota ante las cosas importantes de la vida y saber luchar para continuar.

Es muy probable que Saber perder no se haya traducido al esloveno y que Alen Omic ni siquiera sepa que existe ese libro, pero alguien en el Club Baloncesto Gran Canaria debería recomendar al pívot balcánico -de sólo 23 años y buenas maneras como jugador- acercarse a la historia inventada por David Trueba. No todo vale para ganar y, aunque a algunos les parezca un asunto menor e incluso hasta ridículo, en el juego -como en la vida misma- es más importante disfrutar del viaje que llegar al destino. El cómo frente al qué. Ni más ni menos.

Omic salió vitoreado del Gran Canaria Arena como un héroe y, ante ese hecho, sería conveniente que revisáramos ciertos códigos de conducta y algunos valores como colectivo. Obviar que el jugador esloveno fue clave en la victoria del Herbalife frente al CAI Zaragoza sería una necedad. Anotó puntos decisivos, cogió algunos rebotes capitales y protagonizó una jugada que disminuyó el potencial del rival: tras varios piques con toda la rotación interior del conjunto aragonés, le soltó un culazo a Henk Norel después de que los árbitros ya hubieran señalado una falta del pívot holandés.

Esa acción -fea y antideportiva- sacó de quicio a Norel que, fuera de sí, empujó por la espalda a Omic. La tangana posterior acabó con el pívot del CAI Zaragoza expulsado -tras recibir la segunda antideportiva del día-, mientras el cinco del Granca, aclamado y entre un baño de multitudes, inició un show fuera de lugar: celebró cada acierto, canasta o rebote, como si estuviera poseído por el perfil de vedette de Cristiano Ronaldo.

El Granca sumó la victoria y Omic se creyó un superhéroe. Pero, ¿vale la pena ganar así? ¿Es un buen ejemplo para los niños presentes? ¿Lo valoraríamos igual si fuera un rival? A veces, creo, las pequeñas derrotas nos dejan mejores lecciones que los grandes triunfos. Hay que saber perder. Pero hay también hay que saber ganar.

Compartir el artículo

stats